martes, 23 de septiembre de 2014

UN BURRO

por ralero


No pretendo engañar a nadie cuando firmo en ocasiones como "arquitecto, músico, poeta y loco". 

Reconozco que no soy el mejor de los arquitectos y que, muy probablemente, exagero al considerarme músico (a lo mejor, más bien, soy bien música) tan sólo porque toco un poco de batería y algo de guitarra; definitivamente me falta inspiración y técnica para ser un poeta (quizá he aplicado de más para mi aquella frase "de músico, poeta y loco todos tenemos un poco"); y, con respecto a la locura, creo que me sobra mucha cordura.

Creo que más bien soy un burro.

No porque carezca de inteligencia o me sobre terquedad (esto último no está en tela de juicio pero, por favor, no le pregunten a mi adorada esposa ni a mi hijo muy amado). Porque no me considero un burro cualquiera. 

Evocando aquellas lecturas de mi niñez no puedo evitar acordarme, cada que acierto con alguna buena idea, letra o melodía, de aquel burro flautista quien un día cualquiera mientras pastaba coincidió que emitió un resoplido justo sobre una flauta que alguien perdió en el campo. Al instante, el instrumento reprodujo una nota musical, agradable aunque sin importancia, pero el burro no pudo menos que sentirse un gran artista. 

Sin duda no hago mía la actitud vanidosa del burro (bueno, a veces, en algunas excepciones me gana mi ego), pero no puedo dejar de pensar en la posibilidad de que algunas de las cosas que han salido de mi puño y letra hayan sido consecuencia más por algún tipo de casualidad (o de un don otorgado por el Gran Compositor, dirían los que saben de esto) que el producto de mi ingenio o creatividad.

Tal vez mi único mérito es que siga soplando y resoplando mientras camino y, a fuerza de esto, haya sido más de una vez las que pude sacarle un sonido a la flauta. Y eso no me hace menos burro como tampoco un burro flautista.

Así que, probablemente, soy un burro y no me avergüenza. 

Porque siendo un burro pertenezco a aquella familia de equinos tan menospreciada por la historia y la cultura pero tan importante para la Historia de la Salvación, porque fue sobre un burro donde María, encinta, viajó a Belén en compañía de José, fue un burro uno  de los primeros seres que vieron a Jesús después de su nacimiento, y fue uno de estos animalitos el que lo llevó a la entrada triunfal a Jerusalén, aunque después hayan sido los hombres quienes lo traicionaron y crucificaron.

Mi único consuelo es que quizá, a fuerza de mis tercos resoplidos, algún mensaje pueda hacer llegar a quien pase cerca del campo y logre, tal vez, dar un poco de alegría, brindar un poco de consuelo, ayudar a una reflexión, hacer renovar un sentimiento de amor o, principalmente, colaborar un poco en la transmisión de la Buena Nueva haciendo constancia inequívoca de que los burros también podemos ayudar en la construcción del Reino de los Cielos.