jueves, 26 de marzo de 2015

EL VIRUS DE LAS CALLES

por ralero



Gabriel González, regiomontano de cuarta generación y químico de profesión, conducía su Jetta azul metálico por los carriles de norte a sur de la Ave. Uno en el municipio conturbado de Guadalupe, en el norteño estado de Nuevo León cuando, de pronto, la llanta delantera izquierda cayó de golpe en un bache cercano a la doble línea amarilla que separaba los carriles de ida y vuelta. Con una rápida maniobra, pudo evitar que la llanta trasera de ese lado cayera también.  
 
El golpe sonó fuerte y le dolió hasta el alma, y de lo más profundo de ella brotaron una serie de palabras para formar una frase que, por razones obvias basadas en el manual de buena conducta y urbanidad, no pueden escribirse aquí. 
 
Con el poco aire que le quedó a la llanta pudo llegar a la acera poniente de la calle, alcanzando a estacionarse junto a la rampa de maniobras de una bodega. 
 
Bajó de su auto y caminó hacia la llanta dañada. 
 
Grande fue su enojo al percatarse que el golpe había llegado hasta el rin, dañándolo levemente. Empezando el duro camino de la resignación tomó el teléfono celular y se marco al teléfono de policía y tránsito del municipio para denunciar el accidente pues las llantas delanteras no tenían siquiera un año de que las había adquirido y pensaba hacer la reclamación correspondiente para que se las pagaran. Marcó en tres ocasiones, las mismas en las que la línea dio tono de ocupado. 
  
Se acordó entonces de su vecino, oficial de tránsito, y le telefoneó. El vecino estaba de descanso, pero le dio el teléfono del servicio de grúa gratuito, y quedó de localizarle a alguien para enviárselo, pero le dijo que, antes de hacer cualquier cosa, le tomara fotos al bache y a la llanta dañada. Sin darle falsas esperanzas le dijo que al menos tardarían una hora en llegar para levantar el acta, debido a que ya varios accidentes se habían presentado en el transcurso de la mañana. 
 
Gabriel, más decepcionado que hace cinco minutos, tomó las fotografías correspondientes, pero decidió no esperar. Sacó de la cajuela el gato y la llanta de refacción y procedió a realizar el cambio. 
 
Al terminar el reemplazo cargó la llanta dañada y la metió en la cajuela, no sin antes percatarse de la marca dejada por el golpe y un fragmento de carpeta de la calle que quedo atorada en el gajo de la llanta, lo cual le pareció algo raro, pero no le dedicó más atención.  
 
Llegó a una vulcanizadora situada justamente media cuadra adelante, habló con el encargado de la misma y le abrió la cajuela para que tomara la llanta dañada.

La lluvia empezó de nuevo a caer. 
 
Había llovido toda la noche y en las últimas tres semanas sólo se habían tenido, si acaso, dos días de sol en cada una. Entró a su carro para evitar mojarse bajo la lluvia y se comunicó a su trabajo para avisar que llegaría tarde. 

Empezó a repasar los pendientes del día hasta que el golpeteo de los dedos del encargado de la vulka en el cristal de su ventana lo sacó de sus pensamientos. Tras bajar el cristal lo único que pudo hacer fue decir otra serie de improperios propios de un propietario con daño en sus bienes: la llanta no servía más.   
 
El auto se quedo con la llanta de refacción puesta, Gabriel tomó la tronada y la puso en la cajuela, pues la debía guardar para hacer el reclamo. Mientras la terminaba de acomodar volvió a ver el pedazo de carpeta incrustado, pero esta vez un poco más pequeño y de un leve color verdoso. Retiró el fragmento y lo acerco a ojo derecho, cerrando el izquierdo para afinar la vista. 
 
Intrigado y con poco de admiración, tomo la piedra, cerró el maletero y se sentó en el asiento del copiloto, agarro su maletín del asiento trasero y saco de el una lupa. Tan absorto estaba que no se percató que el oficial de tránsito le tocaba el cristal. Gabriel, sin prestarle atención, guardó la lupa y el fragmento de pavimento en el maletín, le grito al oficial que se tenía que ir y se pasó por sobre la palanca de velocidades al asiento del conductor, puso en marcha el motor y arranco a toda velocidad hacia el sur. 
 
Con agilidad y contra la nueva disposición en el reglamento de tránsito, tomó su celular con la mano derecha y, marcando con el pulgar el número de la oficina, le pidió a la secretaria dijera a Fernando, su segundo de a bordo, le preparara el laboratorio.  
 
Cuando llegó a su oficina, Fernando y Clara, asistente del laboratorio, se encontraban en éste, sentados en esbeltos bancos de madera, frente a frente, y a ambos lados de la mesa de trabajo. Gabriel los alcanzo a ver a través del doble cristal que formaba el muro, un poco antes que la puerta automática se abriera al registrar su presencia.  
 
Los tres químicos se enfrascaron a investigar los componentes de la mezcla de la carpeta, sus características y sus orígenes; dos horas después, Gabriel salió del edificio y con una navaja cortó un pedazo de llanta, volviendo a meterse al edificio.  
 
Pasarlo tres horas más en las que estuvieron analizando los componentes de la llanta. Los tres estaban fascinados con sus descubrimientos, pero tanto Fernando como Clara no entendían como podía suceder eso. Gabriel comenzaba a entender todo. 
 
"La carpeta asfáltica" les empezó a explicar Gabriel "es un material de construcción utilizado para el recubrimiento final de la calles, las cuales llevan un cuerpo de terracería a base de grava compactada sobre un relleno también compactado, éstos diseñados bajo una carga específica para el tránsito que ha de soportar." 
 
"La carpeta contiene un 98% de granos semi finos y finos" siguió explicándoles Gabriel "amalgamados con una solución a base de petróleo."  
 
Recordando el tiempo en que estuvo dando clases, Gabriel continuó con su improvisada cátedra: "El neumático o llanta, es un cuerpo sólido con un cierto grado de flexibilidad y elongación que se utiliza en los rines de los autos para su desplazamiento, este material es de los menos resistentes a la fracción al piso, lo cual permite al vehículo desplazarse a mayor velocidad y menor gasto de combustible." Y terminó diciendo: "El material que se utiliza para su fabricación es una mezcla de caucho natural y sintético, y fibras plásticas."  
 
"Que tienen en común las llantas con la carpeta?" preguntó a sus compañeros. 
 
"Que uno rueda sobre el otro" dijo al instante Fernando con una sonrisa burlona que disfrazaba su total ignorancia al respecto. 
 
"El... petróleo...?" contestó preguntando Clara, un poco nerviosa como si estuviera en un examen oral de la facultad.  
 
"Si pero no" dijo Gabriel con firmeza, "ambos tienen razón, pero a lo que me refiero es que lo que tienen en común son los hidrocarburos, las fibras de caucho de la llanta y la carpeta están hechos a base de productos derivados de los hidrocarburos, pero..." paró en seco y se volvió hacia la mesa, unió si las dos muestras en un sólo recipiente "al unirnos aquí en la mesa no sucede nada..." dijo mientras se inclinaba sobre la mesa y fijaba su mirada en el contenedor.  
 
De pronto, se enderezó y oprimió el botón del intercomunicador de la extensión telefónica: "Tocaya" le dijo a la secretaria cuyo nombre era Gabriela "tráeme un vaso con agua, pero de lluvia". 
 
"Un vaso de agua, ingeniero...?" dijo la voz de la empleada. 
 
"Si, por favor," dijo el químico, "pero que sea de lluvia...". 

"¿de... lluvia...?" se quedó pensando Gaby, sin manifestarlo.
 
Mientras Clara y Fer se miraban atónitos, Gabriel conectaba el microscopio electrónico de barrido a la computadora y ésta al proyector. La sala se alumbró a un gran nivel, entonces tomó las pequeñas muestras de carpeta y neumático y las colocó en el porta objetos. Claramente y de gran dimensión se visualizaron en la blanca pared los detalles de las muestras, pero no se observaba nada más.
 
Llegó Gaby con un vaso con agua, la cual no era nada cristalina y se la entregó al ingeniero González, éste lo puso en la mesa de trabajo y tomó una jeringa con la cual extrajo un poco de agua del vaso. Gaby tomó asiento en el banco más cercano a la puerta corrediza de cristal. 
 
Miró su reloj: "las 15:15" pensó "y ni siquiera hemos comido...". Vació el agua en el portaobjetos, "inundándolo" y empapando ambas muestras. 
 
Nada pasó.
 
Fernando empezó a bostezar, Clara empezó a mirar también su reloj. Gaby comenzó a mirarse las uñas. 
 
Un minuto después se empezó a apreciar en la imagen proyectada que el agua empezaba a burbujear, todos se desperezaron y miraron fijamente la proyección: de la muestra de la carpeta empezaron a surgir unos como brazos que se extendieron hacia la el pedazo de llanta, envolviéndola y atrayéndola hacia sí. Cuando se unieron las dos muestras, el color de ambas se tornó verdoso, formaron una masa circular de la cual salían pequeños brazos en su circunferencia y los cuales "arrojaban" fuera de la masa verdosa el agregado pétreo. 
 
Todos quedaron entre asombrados y aterrados, el aumento del microscopio convertía a las pequeñas muestras en un enorme monstruo. 
 
"¡No puede ser...!" dijo Fernando. 
"¿Qué es lo que está pasando?" preguntó Clara. 
"¡Increíble...!!!" exclamó Gaby.
 
Gabriel cogió el vaso con agua y vació algo del contenido en un tubo de ensaye, el cual introdujo al analizador.  
 
Apoyó sus manos en la mesa, cerró sus ojos, bajó a cabeza y estuvo así durante casi dos minutos. Fernando, se levantó de su asiento y caminó hacia el analizador una vez que éste emitió el sonido de alarma que anunciaba la terminación del análisis. 
 
"Lluvia ácida..." musitó Fernando. 
 
"¿pH?" inquirió Gabriel...
 
"2.7" contestó Fernando "menor incluso al vinagre..."
 
"Eso es..." dijo Gabriel "eso es lo que está pasando..."
 
Enderezándose y volviéndose hacia los demás comenzó a explicarles: 
 
"La carpeta está hecha a base de petróleo y gravas, y los neumáticos son de una combinación de caucho natural y sintético que es un tipo de elastómero, lo cual le facilita sufrir mucho más deformación elástica que otros materiales." 
 
"El petróleo está formado principalmente por hidrocarburos," continuó diciendo "que son compuestos de hidrógeno y carbono, junto con cantidades variables de derivados saturados homólogos del metano." 
 
Acercándose al pizarrón blanco escribió mientras decía. "Su fórmula general es CnH2n+2".
 
"El caucho" dijo volteando hacia sus escuchantes "está formado por isopreno, compuesto orgánico que es el monómero o molécula básica del caucho, cientos o miles de de éstos forman un polímero, que se deriva en el caucho que conocemos y forma el neumático de los autos." Volvió a girar hacia el pizarrón  "la fórmula del isopreno es CH2=C(CH3)-CH=CH2..."
 
"Tanto las moléculas que componen el asfalto como las del caucho son hidrocarburos policíclicos, o sea, cadenas cerradas" continuó explicando mientras giraba hacia su audiencia "hasta aquí no hay ningún problema, pero es entonces cuando entra el agua de lluvia..."
 
Tomando un lápiz láser indicó hacia la proyección diciendo "como comentó Fernando hace un momento el agua de lluvia en la ciudad se ha tornado ácida, debido la combinación en el aire de los óxidos de nitrógeno, el dióxido de azufre y el trióxido de azufre emitidos por fábricas, centrales eléctricas, calderas y vehículos que queman carbón o productos derivados del petróleo que contengan azufre. En interacción con el agua de la lluvia, estos gases forman ácidos nítricos, ácido sulfuroso y ácido sulfúrico."
 
Tomó entonces otras muestras de carpeta y llanta y los introdujo en otro portaobjetos, sustituyendo el anterior, le vació un poco de agua y volteó de nuevo a la proyección "la acidez del agua disuelve los hidrocarburos de ambos elementos abriendo la cadena y generando que las moléculas se vuelvan a integrar quitando de esta nueva mezcla los sólidos de la grava y las arenas" dijo señalando las arenillas que la mezcla apartaba de sí con sus pequeños brazos. "El nuevo componente se alimenta a sí mismo tomando del asfalto todo el petróleo que le es posible, creciendo en masa y tamaño y desechando los corpúsculos de caliza."
 
"Entonces es así como se forman los baches..." interrumpió Gaby con asombro. 
 
"O sea" dijo en seguida Fernando "que el gobierno no tiene la culpa de los baches de la ciudad..."
 
"Ni los constructores..." terció Clara...
 
"Me temo que así es..." dijo Gabriel apagando su lápiz y volviéndose hacia sus colegas, terminó diciendo: "Damas y caballero, como sabemos el carbono es la base de la vida orgánica del planeta..." Clara, Gaby y Fer se miraron incrédulos entre sí previendo las palabras que Gabriel diría... "por lo que, teóricamente, estamos frente a una nueva forma de vida, una especie de virus que ataca a las calles..."
 
"¡No puede ser...!" volvió a decir Fernando. 
 
"¡Increíble...!!!" exclamó de nuevo Gaby.
 
"Sin embargo", habló de nuevo Gabriel, "la vida del virus es muy corta pues como vemos en la primer muestra en el portaobjetos, el virus muere cuando se acaba el petróleo del cual se alimenta y por la sobredosis de ácido que provee la lluvia disipando las nuevas moléculas..." volvió a colocar el primer portaobjetos, pero esta vez junto al segundo, "aunque, su tiempo de vida es relativamente corto, las nuevas moléculas alcanzan a trasladarse a otras partes de la calle o a otras calles al incrustarse en los gajos de las llantas, las cuales le sirven como medio de transporte". 
 
"Una vez que el petróleo de la carpeta es absorbido por el virus, un tramo de calle ha quedado sin el sello que el hidrocarburo le brinda, la lluvia entra franca por entre la grava separada afectando el terraplén compactado y agrandando el bache iniciado por el virus..."
 
Por el intercomunicador se escuchó el timbre de la puerta de entrada, Gaby se paró presurosa y salió del laboratorio para atender el llamado. 
 
"Fernando" le dijo Gabriel "manda recolectar algunos neumáticos para hacer más pruebas" y, volviéndose a Clara le pidió que recolectara agua de lluvia de los baches que encontrara en un radio de 2 km a la redonda. Salieron sus compañeros del laboratorio y él se sentó, extenuado, en el banco en el que estuvo sentada Gaby, al lado de la puerta corrediza de cristal. 
 
Cerró los ojos para descansar un momento, pensando en lo grandioso de su descubrimiento. Tal vez pudiera vender alguna idea al gobierno para que se mejorara el asfalto que utilizaban o, mejor aún, tal vez debía hablar con CEMEX para, a cambio de una buena bonificación, exponer su descubrimiento para que el gobierno cambiara todo el asfalto de las calles por concreto hidráulico... si cobrara un porcentaje, aunque fuera pequeño, por eso...
 
Los golpeteos de los dedos de Gaby en la puerta de vidrio lo sacaron de sus pensamientos... Giró su cabeza hacia el cristal y saltó sorprendido hacia un lado: frente a él estaba el encargado de la vulcanizadora, tocando a su ventana y avisándole que su llanta estaba reparada y lista, que si deseaba que la montara o la metía en la cajuela...
 
Gabriel salió disparado de su auto y giró su cabeza en todos los sentidos, reconociendo el lugar donde se encontraba: exactamente en la vulka de la Ave. Uno, a media cuadra del bache fatídico. 
 
Su celular sonó de repente. 
 
Lo tomó y miró la pantalla, era Fernando. 
 
"Gabriel" le dijo Fernando cuando contestó "voy a llegar tarde al laboratorio, ni te imaginas lo que me pasó... caí en un megabache y me están arreglando la llanta..."
 
"Claro que me lo imagino" le contestó Gabriel "me pasó lo mismo... también llegaré tarde..."
 

 
FIN



Nota del autor: No se dañó ninguna llanta ni carpeta asfáltica alguna para la realización de esta historia. Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia.