Esa
mañana mi adorada esposa se levantó mas temprano que de costumbre, me paré de
la cama y la seguí hacia la puerta de la casa, llegué a ésta cuando ella subía
ya al Celebrity y me hacía la indicación que volvía en un momento. Creo que
pensé que iría por leche para Fernanda, sin embargo, me quedé con una sensación
extraña: algo pasaba...
Cuando
regresó mi cónyuge traía en sus manos una caja envuelta para regalo la cual
extendió hacia mi entregándomela, la abrí y de la misma saqué un sobre: era la
prueba de embarazo con resultado positivo, debajo del mismo había un par de tenis tamaño de recién nacido de colores azul y
blanco. “Felicidades” me dijo Gaby, mi adorada esposa, cuando abría el
regalo “vamos a ser papás de nuevo” y con la esperanza de que esta vez sería
niño nos besamos y abrazamos mutuamente.
Casi
de inmediato empecé a pensar en el nombre del bebé para el caso de que fuera
varón aunque, a diferencia de con Fernanda, siempre pensé que sería niño.
Quería yo que llevara mi nombre, que es el nombre de mi padre, pero al igual
que con Fer, deseaba que tuviera dos nombres (por si no le gustaba el mio), y Rafael es difícil de combinar
con otro nombre y con los apellidos Valero Torres.
Pienso que los nombres
deben combinar en todas las formas: juntos los dos solos, juntos con los dos apellidos y cada uno solo
con los dos apellidos.
A casi dos o tres meses de que naciera mi hijo,
acudí a la dirección de una casa en venta[1], la cual me gustó mucho
por estar frente a un parque, pero por situaciones económicas debido a la
cercanía del nacimiento de Sebastián, no pude hacer el trato.
Sin
embargo, posterior a esa vuelta buscando casa, se me ocurrió el nombre que
estaba buscando para mi hijo: Rafael Sebastián.
Después
del nacimiento de Sebastián, volví a llamar al dueño de la casa frente al
parque que había visto dos o tres meses antes. La verdad es que pensaba yo que
ya iba a estar vendida, pero nada perdía yo con la llamada. Grande fue mi
sorpresa al enterarme que la casa estaba aún en venta, ya para ese entonces
habíamos juntado algo de dinero y nos inscribimos al programa de Multyplan, así
que gracias a Dios nos pudimos hacer de una casita con tres recámaras frente a
un parque.
Algunos
años después de regreso a casa, entré por la calle de siempre hacia la colonia,
por la calle que pasé por primera vez cuando estaba buscando casa. Al dar
vuelta en la esquina del Súper 7, me percaté que en el poste telefónico frente
a éste estaba el letrero de lámina con el nombre de la calle: “San Sebastián”.
[1] Para
ese entonces ya nos habíamos cambiado a vivir a casa de mi madre y andábamos buscando
casa.