jueves, 1 de noviembre de 2018

EL HOMBRE QUE NO QUERÍA SER SANTO

por ralero


El era un hombre como cualquiera, era un hombre bueno. 


Se preocupaba por los demás como cualquiera, pero a veces de más. 


Educado en una familia católica conocía de la vida de algunos santos a los cuales veneraba y solicitaba intercesión de cuando en vez. Les tenia cierta admiración, pero a quien realmente admiraba y adoraba era a Jesús. 


En cierta ocasión leyó un exhorto del papa: “Queridos amigos, el mundo necesita santos, y todos nosotros, sin excepción, estamos llamados a la santidad. ¡No tengan miedo!”


Eso le dio mucho qué pensar. Pero él no quería ser santo, no podía serlo; estaba tan lejos de ello, ni pensar en codearse con San Francisco de Asís, o con don Bosco o con Juan Pablo II... no... “Yo” pensó para sí “solo me dedicaré a orar”.


Y así fue. 


Oró por su familia, por sus amigos, por aquel enfermo, por ese que no tenía trabajo, por su hermana que se casaba, por la empresa donde laboraba... 


Entonces, sucedió que su familia se hizo más unida, a sus amigos le empezó a ir mejor, aquel enfermo sanó, ése que no tenía trabajo consiguó un buen empleo, su hermana vivía un buen Matrimonio que había sido bendecido con un hijo, y la empresa donde laboraba creció y se desarrollaba con éxito...


Todo esto pasó sin que él se diera cuenta. 


Mientras tanto, en el cielo, Dios estaba a la expectativa de la oración de este hombre que había ganado especial gracia ante Él por ser bueno y cuya intercesión por los demás era agradable a sus ojos. 


Precisamente hoy, 1 de noviembre, celebramos su onomástico...





Enviado desde el iPhone de ralero
arquitecto, músico, poeta y loco 




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