domingo, 22 de diciembre de 2019

UN CUENTO DE NAVIDAD


por ralero 



Todos se burlaban de ella. Sobre todo, cuando su Dueño la golpeaba y arriaba por tardarse al bajar la carga de frutas y legumbres de los sembradíos ubicados en las terrazas del cerro y llevarlas a la casa. Aunque era poca la cantidad que cargaba, por el tamaño de su cuerpo, la distancia era muy corta como para que lo hicieran los camellos, que por su resistencia eran usados para llevarla a Yerushaláyim para su venta. Pero ella hacía lo mejor que podía para cumplir con su trabajo.

Probablemente era ella, la burrita, la que recibía más maltrato de todos los animales. La cabra era quien más se burlaba de ella, quizá porque era uno de los animales más apreciados ya que producía leche, que era más del gusto del dueño que incluso la de la vaca, pues aparte con la leche producían queso y manteca. Lo único que no le gustaba a la cabra era que sus hijitos, los cabritos (nada que ver con los cabrones) eran considerados también un rico platillo.

Cada noche, cuando eran reunidos todos los animales en la cueva y mientras tomaban su comida del pesebre, después de comentar sobre las tareas de la jornada o de cómo les había ido en el día, la cabra era quien empezaba a lanzar bromas sobre la lentitud de la burrita o acerca de cómo era vapuleada por el capataz.

Pero esa noche fue diferente. El viejo perro que pastoreaba a las ovejas, que generalmente dormía en la casa, se quedó en esa ocasión en la gruta y, cuando la cabra empezó a burlarse de la burra, el perro le dijo:

-Calla cabra insensata, no sabes lo que dices, te burlas de un noble animal que, además, está predestinado a grandes cosas… 

- ¿Cómo puede un burra estar predestinada a grandes cosas? -reclamó la cabra.

-Cada sexto día- dijo el perro- el dueño va a su lugar de oración, en ocasiones lo he acompañado y he oído decir en esas reuniones profecías como esta: "Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no discierne" (Is. 1,3).

-Pues yo no sé si tenga algo que ver –terció la paloma- pero en uno de mis viajes llevando mensajes otra paloma me contó que llevó uno de un sacerdote de Yerushaláyim acerca de que el nacimiento del Mesías está cerca…

-Pues dudo mucho que este burra vaya a hacer algo grande en su vida…-interrumpió la cabra bruscamente.

-Ignoro si vaya a hacer algo grande –intervino la gallina- pero lo que es seguro es que mañana se va de aquí…

- ¿A qué te refieres? -preguntó asombrada la burrita, que hasta ese momento había permanecido sin participar en la plática.

-Pues en la tarde escuché al dueño aceptar darte en pago al Carpintero a cambio de que le arreglase las mesas y bancas del comedor, pues el Carpintero y su esposa tenían que viajar a la ciudad de Belén…

- ¡Qué mala suerte! -interrumpió la cabra-ya no tendremos de quien hacer burla por lenta y perezosa…

Nadie le siguió la corriente a la cabra y todos guardaron silencio al ver salir a la burrita pensativa y seria de la cueva.

Al día siguiente, muy temprano, el Carpintero entregó las últimas bancas y recogió a la burrita a la que llevó a su casa. La burrita iba un poco triste pensando que la iban a cargar de un montón de cosas para el viaje, pero cuál fue su sorpresa cuando al llegar a la casa del Carpintero lo recibió su esposa alegremente y tras acariciarle la crin le colocó una sábana blanca sobre su lomo.
La burrita se sintió muy orgullosa porque no la habían cargado ya con cosas o frutas, sino que ahora era el medio de transporte de la esposa del Carpintero, quien además, estaba encinta y que era, a diferencia de su anterior dueño, muy cariñosa y muy alegre. La burrita, celosa de su deber y consciente de su nueva responsabilidad, caminó con paso suave y cuidadoso para incomodar lo menos posible a sus pasajeros.

El viaje duró cinco días y deben haber cubierto alrededor de 20 leguas hasta que por fin llegaron a la ciudad de Bet-léhem, la ciudad de David. Estuvieron buscando un lugar donde hospedarse, pero, invariablemente, les decían que el sitio ya estaba ocupado.

Después de buscar inútilmente; el Carpintero le dijo a su esposa que conocía un lugar, fuera de la ciudad, donde los pastores solían reunirse cuando iban a Bet-léhem con sus rebaños: que allí podrían encontrar siquiera un abrigo. El Carpintero conocía aquel lugar desde su juventud. Cuando sus hermanos lo molestaban, se retiraba con frecuencia allí para orar fuera del alcance de sus perseguidores. Agregó el Carpintero que, si los pastores volvían, se arreglaría fácilmente con ellos. Por fin, el Carpintero y su esposa se acomodaron en una gruta, porque no había lugar para ellos en la posada.

El Carpintero acondicionó el lugar y preparó unas colchas donde él y su esposa pudieran acostarse a descansar, después ató a la burrita cerca de un pesebre que allí había el cual limpió y acomodó para usarlo de cuna para el bebé que, por lo que decía su esposa, pronto nacería y luego salió a conseguir agua para tomar y carbón, para encender un fuego.

La burrita, después del largo viaje que habían hecho, terminó rendida y como era ya tarde cuando llegaron a la gruta, se quedó profundamente dormida.

Llevaba ya buen rato dormida cuando de pronto, sintió que se empezó a cimbrar la tierra y a través de sus párpados cerrados alcanzó a distinguir que una gran luz inundó la gruta y, antes de lograr abrir completamente los ojos, alcanzó a escuchar el llanto de un bebé, se puso de pie y se acercó a la esposa del Carpintero y frente a ella vio a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en el pesebre.

Entonces vio como llegó una legión de seres alados cantando con gran alegría: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!” y se fueron postrando uno a uno frente al niño. Los padres del niño no cabían de gozo y miraban al niño y se miraban entre sí con gran cariño y felicidad y postrándose también frente al niño dieron gracias a Dios. 

Recordó entonces la burrita las palabras del viejo perro: "Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su Dueño.” Y, doblando sus patas delanteras, se postró ante el recién nacido y el noble animal, con la satisfacción de haber cumplido bien su trabajo, agradeció a Dios por su humilde trabajo.


FIN



 De todo corazón y con mucho cariño deseamos que Jesús renazca en el pesebre del corazón de todos y cada uno de ustedes y sus familias…                  


¡FELIZ NAVIDAD!


Gaby, Fer, Sebastián y Rafael
THE VALERO TORRES FAMILY TEAM 






viernes, 1 de noviembre de 2019

CONVERSACIONES REALES QUE NUNCA SUCEDIERON-191101

CONVERSACIONES REALES QUE NUNCA SUCEDIERONUn día de todos los santos
ralero/191101



Había sido un hombre bueno, humilde, servicial, temeroso de Dios...
Pasó su vida intentando hacer el bien o, al menos, tratando de no hacer el mal.

Cruzaba el cielo a paso despreocupado, pateando uno que otro polvo de estrella que se encontraba en su camino.

No sabía por qué, pero habían convocado a todos a reunión en la Gran Nube, y hacia allá se dirigía...

Llegado a su destino entró sin reparar en quienes habían llegado ya y, de pronto...
-¡Felicidades...!!!- se escuchó en un grito general de los asistentes y a continuación- “Estas son las mañanitas que cantaba el Rey David...”
Todos los presentes entonaron a una voz el canto...

-¡Esperen! ¿Qué pasa?- gritaba nuestro amigo- no es mi cumpleaños, ¿por qué me cantan las mañanitas?
-Sabemos que no es tu cumple- contestó San Juan Bosco- pero es Día de Todos los Santos...
-Pero yo soy ningún santo-dijo aquel- ni hay quien me encienda veladoras...
-Pero yo te he visto- lo interrumpió San Francisco de Asís- que cuando he estado yo ocupado y no puedo atender las peticiones de los hermanitos, tú has acudido en mi lugar y has intercedido para que Dios les ayude...
-Sí- intervino Santa Teresa de Calcuta- y lo has hecho también conmigo y en favor de los más pobres...
-Así es- terció Don Bosco, volviendo a hacer uso de la palabra- y lo has hecho en mi lugar, en favor de los jóvenes...

-Todos estamos llamados a ser santos- dijo una voz fuerte y grave, pero agradable, los asistentes voltearon a la puerta e inclinaron sus cabezas en señal de respeto, y dirigiéndose a nuestro amigo- y tú estás cumpliendo con ello, por eso es que mi Padre atiende el ruego que haces por los demás... Aunque tú no tengas un altar en la Iglesia Militante eres para ellos un Santo Desconocido...

¡¡Feliz Día de todos los Santos...!!!
En lo estricto, este debería ser el día de todos nosotros... ¿Lo es...?



Enviado desde el iPhone de ralero
arquitecto, músico, poeta y loco 






domingo, 18 de agosto de 2019

CONVERSACIONES REALES QUE NUNCA SUCEDIERON-190818

CONVERSACIONES REALES QUE NUNCA SUCEDIERON
Historias de la fundación 

ralero/190812



Domingo arrió su caballo para adelantarse a los carromatos...

-Don Diego... don Diego... 

-¿Qué pasa, Domingo...? Mira que ya casi llegamos...

-Sí, Don Diego... este... es que las doce familias me han encomendado decirle algo...

-¡Válgame, qué difícil es viajar con familia...!- dijo don Diego- y qué dicen las doce familias, Domingo...

-¡Pues que si podemos volver dentro de un mes para fundar la ciudad... porque en agosto hace mucho calor...!!!




Enviado desde el iPhone de 
Rafael Valero Soto
a r q u i t e c t o 






sábado, 3 de agosto de 2019

¡BIENVENIDO P. AGUSTÍN...!!!

por ralero 
190705



El cielo se había vestido de alegría. Como cuando un pecador se arrepiente y lo celebran 99 justos; pero más, al tratarse de la llegada a casa de un hijo que regresa tras haber cumplido su misión. 
Noé y sus hijos habían tendido varios arco iris entre las nubes, como símbolo de júbilo y bienvenida, para quien había rescatado el signo de la Alianza en los tiempos modernos. 

En el comité de bienvenida estaban, alegres y un poco ansiosos (si es que cabe la ansiedad en aquellos lugares) María de la Luz, cuchicheando con su hermana Eva y, con ellas, Horacio... 
Por fin, se abrió un claro entre las nubes y de él emergió un hombre vestido con una brillante sotana blanca... 

"Bienvenido" dijo una paternal voz "porque fui un joven hambriento y me diste de comer la Palabra; fui un joven sediento y me diste de beber la esperanza; fui un joven forastero y edificaste un hogar para recibirme; fui un joven desnudo y me vestiste con la verdad; fui un joven enfermo y padeciste conmigo; fui un joven que vivía encarcelado y me enseñaste el Camino de la libertad..." siguió diciendo la voz... "¡Entra en la alegría de tu Señor...!!!" 

Enseguida y al tiempo toda la comitiva gritó: "¡Bienvenido, Agustín!" Y se acercaron todos a recibirlo algunos con abrazos otros con palmadas en su espalda, algunas con un beso en la mejilla... 

Pasado el primer alboroto, se acercó un hombre quién, sacando un papel de entré sus ropas leyó en la cursiva y elegante letra manuscrita: 

SONETO DE BIENVENIDA
Fuiste una inspiración de juventudes 
Al transmitir a Cristo nuestro Señor 
Visitaste no pocas latitudes 
Llevando siempre el ejemplo de su amor. 

A pesar de defectos y virtudes 
A la casa del Padre tú llegas hoy 
A calmar ya por fin tus inquietudes 
Pues siempre será más grande su perdón. 

Te doy la bienvenida, padre Agustín, 
A tu llegada al Reino de los Cielos; 
Espero te sientas dichoso y feliz, 

Pues cumpliste tu misión hacia ellos:
Tantos jóvenes que confiaron en ti, 
Gracias por Conchis, Ruth, Rafa y Alfredo... 

"Tu eres Rafael Valero..." dijo Agustín. 
"Domínguez..." completó aquel hombre "gracias, Agustín, por ayudarlos..."
Y se fundieron en un celestial abrazo fraterno... 

San Pedro Garza García, N. L. en el día del último "sí" a Dios del P Agustín Rojano Nava 





Enviado desde mi iPhone

sábado, 8 de junio de 2019

EN EL REGIO CONTRY


por ralero


Lo primero que recuerdo es una mañana de septiembre allá por el 71-72 que me dejaron en el Regio y estaba un alumno jugando en la cancha de básquet, en la primera de sur a norte.
Lo recuerdo como si fuera ayer o, más bien, antier: estaba en la canasta del lado de los edificios, el tablero era de color rojo, con un rectángulo blanco al centro y el perímetro ([b+h] x 2) pintado también con una línea de color blanco.
“¿Cómo vas?” O algo así, creo que le dije, “No muy bien” me contestó, “apenas le puedo dar a lo blanco”. Entonces, yo: “¡Ah, pues ya casi...! Haz que pegue en el rectángulo blanco y de rebote entra en la canasta”. “No” me dijo mi nuevo compañero de escuela “apenas le doy al blanco de la orilla del tablero...”

Y así es como recuerdo que empezó esta aventura de la segunda parte de mi vida: cursar la primaria y la secundaria en el Colegio Regiomontano Contry. Este próximo fin de semana que viene tendremos, si Dios lo permite, una reunión para celebrar los primeros cuarenta años de que salimos de la secundaria, pero con muchos de ellos nos conocemos hace más de 50 años.

Entré yo al Regio Contry y me tocó el grupo de 1o. “A”, (el Kínder lo cursé en el Instituto Excélsior, pero esa es historia aparte) el salón estaba en la primera planta del edificio central, en el aula de en medio; la maestra titular fue NOMBRE (en realidad no me acordé del nombre, lo tengo que sacar del anuario, ¿necesitaré Centrum?) muy guapa, por cierto, y de la cual me enamoré profundamente. Recuerdo que para el Día del maestro de ese curso yo me fusilé una tarjeta hecha originalmente por Felipe González Aréchiga o Rubén Marroquín (QEPD) que consistía en una hoja de máquina doblada por la mitad, en una de las caras estaba dibujado el rostro de la maestra y, alrededor, una especie de guirnalda de flores, abajo de esto el nombre de la maestra y “¡Felicidades!”

Ni siquiera estoy seguro de habérsela entregado, pero mi amor por ella era sincero... jajaja...

De ese año de primaria recuerdo al profesor Roybal que, creo, nos daba inglés; me acuerdo que siempre nos contaba una parte de un cuento cuyo protagonista era un muchacho que se llamaba “Enriquito” o algo así (quizá mis condiscípulos al leer esto me puedan confirmar o corregir) y, generalmente dibujaba la escena con gis en el pizarrón y dibujaba muy bien. Del profesor Roybal tengo grabada también la frase, que escribió en el pizarrón:

“This is the day that the Lord has made, let us regoice and be glad there in…”

Esta frase me gusta desde que la escuché, ya la he incluido en una rola y, seguramente, más de una vez, la deben de haber leído en alguno de mis posts en redes sociales.

De este primer año recuerdo dos cosas más: una mañana que estábamos en el pasillo, Pablo Campos y yo, frente a la oficina de coordinación de primaria, del profesor Reynaldo (¿ése era su nombre? ¿necesitaré Centrum?) Vizcaya, venía caminando hacia nosotros, desde la puerta de entrada, nuestra maestra. Les juro que yo la vi caminar como en los comerciales de shampoo o como en las escenas románticas donde el protagonista ve venir al sujeto de su amor: en cámara lenta y su cabello largo flotando al aire... “Ahí viene la maestra” le dije a Pablo, “trae brasier negro” el cual apenas se traslucía bajo su blanca blusa... “¡Ay, Rafa” me dijo Pablo, “¡en qué cosas te fijas...!”

Lo segundo que recuerdo es que en mayo de ese curso los alumnos preparamos un regalo para las madres a base de palitos de madera y, a petición mía (o, no sé si de la maestra, aprovechándose de mi amor por ella) mi papá mandó al salón una dotación de mancha y barniz para madera, para el acabado de los trabajos manuales. Me recuerdo a mí mismo, esa mañana, caminando por el pasillo con una caja de madera con las botellas dentro, todo orgulloso pues llevaba un producto fabricado por la empresa de mi papá...

En el Regio recibimos la catequesis para hacer la primera comunión. Mi primera confesión fue en el cuartito donde se ubicaba la librería o papelería (que, según recuerdo, atendía el Profr. Jaime Adriaenséns, posteriormente ese cuarto fue el mimeógrafo), con un padre joven, de lentes, que yo ya conocía pues daba misa en el Santuario de Guadalupe, templo a donde generalmente la familia asistíamos a misa los domingos. No recuerdo el nombre del sacerdote, ni si me impuso alguna penitencia, pero es probable que no... por aquellos yo era un niño bueno... hoy algunas veces me sigo comportando como niño, pero ya no soy tan bueno.

El segundo año de primaria me tocó en 2o. “A”. De hecho, los tres primeros grados de primaria me tocaron en “A” y los segundos terceros en “B”, creo... El grupo de 2o. “A” estaba enseguida del salón del fondo del pasillo del segundo piso del Tercer edificio hacia el norte, este edificio era el que tenía un cobertizo hacia el que daba originalmente la librería o papelería antes mencionada (y que, posteriormente fue el mimeógrafo), cobertizo donde estaba la dulcería o tiendita de Mr. Hammond.

La maestra de segundo era Martha APELLIDO (no me acuerdo del apellido, igual lo consultaré en el anuario, ¿necesitaré Centrum?). Ella resultó ser familiar de una prima segunda de mi mamá y la fui a encontrar como 10 años después en una reunión familiar, ¡estaba igualita! A ella la recuerdo muy bien y con mucho cariño pues me apoyó mucho cuando en enero de ese curso falleció mi padre...

Justo el curso anterior había conocido a Rolando Hernández Cantú, quien había perdido a su padre, yo pensando en su situación, me preguntaba: “¿qué se sentirá no tener papá...?” Y ¡zaz! que el siguiente mes de enero muere el mío... ¡cuánto sufrí por ello! ¡cuántas veces, ingenuamente, me arrepentí de haberme hecho esa pregunta...!

De tercero de primaria no me acuerdo nada... ni quién fue el maestro, ni en qué aula fue, ni nada... es más, capaz que no cursé el tercer grado de la educación básica, pero seguramente me dieron chanza por ser buena onda (existe la leyenda escolar que en cada curso siempre pasan a alguien que no merece pasar de año, yo creo que esa vez me tocó a mí... jaja…).

Una de las cosas que recuerdo de la primaria menor, aunque no recuerdo en cual curso, es la clase de canto que nos daba el Profr. Villalobos con un piano en el salón de actos y de la cual tengo muy presente la canción:
“Donde quiera que yo esté,
Responsable he de ser,
Mira siempre hacer el bien
Fácilmente lo podrás,
Solamente has de seguir
La doctrina de Jesús
Si la sigues como luz
Un apóstol tú serás...”

De cuando en vez me sorprendo a mí mismo cantándola cuando voy caminando o conduciendo solo... El maestro Villalobos tenía un grupo de niños formado por alumnos de diversos grados que se llamaba “Orfeón”, era como el coro de la escuela el cual, según me acuerdo, cantaba en los eventos y en los cumpleaños del entonces director Roberto Garza Zambrano (QEPD). En ese grupo de “seleccionados” estaba, si mal no recuerdo, el compañero Francisco Martínez Escamilla... yo los veía a todos como si fueran artistas... quién diría que el resto de mi vida he estado relacionado con la música en coros, conjuntos, en la composición... nunca he sido famoso, pero ¡me gusta tanto!

Creo que también en la primaria menor, en una casa en frente de la entrada principal del Colegio (el Regio Contry está ubicado en Titán #333, hoy calle Roberto Garza Zambrano, nombre del director del colegio en mi época, QEPD), en casa de Carlos Alanís, empezaron a vender sabalitos (de ahí salió el mote con el que fue bautizado Carlos) y fue un hit, sobre todo a la salida, aunque no faltaban los intrépidos que en horas de clase se aventuraban a salir y surtirse de la refrescante golosina.

En 4o. de primaria estuve en el grupo “B” con el hermano Héctor Granillo. El Regio Contry es un colegio “dirigido” por Lasallistas, congregación fundada por San Juan Bautista de la Salle, pero, según leí hace algunos años cuando investigaba para publicar una nota sobre el colegio, éste es una de tantas fundaciones hechas por don Eugenio Garza Sada para proveer de escuelas privadas al naciente, en aquellos años, sector sur de la ciudad. Ya en el área de Gonzalitos-Obispado existía el Regio Chepe vera.

En 4o. grado me llevaba muy bien con el profesor Granillo, sentí buen apoyo de su parte y solíamos platicar de cuando en vez, yo creo que él veía en mi alguna dolencia o carencia y buscaba apoyarme. Creo que de ese curso son las visitas y retiros en la casa de los hermanos lasallistas, en Contry La Silla; nos llevaban caminando en dos filas, desde el Colegio, cruzábamos la Ave. Revolución (hoy, hacerlo a pie… ¡qué esperanza...!), luego cruzábamos el río La Silla por un puente de madera (compañeros, corríjanme si no, a lo mejor estoy alucinando) caminábamos un tramito de monte y llegábamos a la casa de los hermanos. En ella tuvimos más de un retiro, pero lo que más me gustaba eran las misas, creo que un hermano tocaba la guitarra y los demás cantábamos, ¡tenían unos cancioneros bien padres! La rola que más me acuerdo es la de entrada:

“¡Qué alegría cuando me dijeron:
vamos a la casa del Señor!
¡Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales Jerusalén!”.

Creo que por esa época nació en mí una pequeña inquietud por la enseñanza o el sacerdocio, pero la verdad andaba demasiado hecho bolas para ponerle atención. Creo que alguno de mis compañeros sí atendió esa inquietud y “se fue” un tiempo con los lasallistas. Me parece que fue Sergio Dieck... ¿así fue...? (chispas… ¿necesitaré Centrum?). La verdad no recuerdo bien... Sí, fue Sergio Dieck (¡bendito WhatsApp!, le envié un mensaje en el que me confirmó que así fue) y según las palabras de Checo “sí, jejeje, fui yo y varios más: Juan Carlos Alvarado, Jesús Estupiñán, Praxedis Franck, Rogelio Reyes…” Y sí, yo también me acuerdo de Chuy Estupiñán…

Llegó 5o. “B” y me tocó con el profesor Luis Manuel ... (otro nombre qué consultar en el anuario; iba poner “Pelayo”, que así le decíamos, pero éste, es un escrito serio).
De este año lo que más me acuerdo es que una mañana llegó al salón un hermano mayor de Eduardo Willis, a visitar al maestro, creo que acaban de salir de secundaria o ya había salido el año anterior y había ido de visita al colegio. Entró al salón y saludó al maestro y empezó a hacer guasa, y el profesor le dijo que no nos distrajera y que se sentara en su escritorio. Entonces, en camino hacia la mesa que, según yo, estaba en un escalón más alto que el nivel del resto del aula, Willis tomó el metro que estaba colocado en la canaleta del pizarrón y, colocándosela al frente, entre las dos piernas dijo: “¡órale, de a metro...!!!” y toda la clase soltamos la carcajada a diestra y siniestra, mientras que el profe Luis Manuel, que estaba frente a nosotros pero dándole la espalda a Willis se sorprendió por nuestro comportamiento, pues no vio lo que hizo su ex alumno... volteó hacia el visitante, supongo que lo vio con el metro en la mano y comprendió todo, así que sacó a Willis del salón, cerrando la puerta detrás de él.

De esta época, creo yo, es también el profesor Sauri, de educación física, que de la clase no recuerdo ni máiz, pero sí de los equipos representativos que se formaron en mi generación, de sus entrenamientos, de sus campeonatos locales y nacionales de básquet bol, entre los que recuerdo a Alejandro de la Fuente, Vicente González, Roberto Cavazos, Alberto Hinojosa, Isauro Espinoza... (¿quién más…? Pasu... no tengo tan buena memoria como creía...) y de fútbol soccer recuerdo al porterazo Roberto Castillo, a Gerardo Sáenz, creo que estaba también Miguel Ángel Gutiérrez, Óscar, mi primo... (¿quién más…? híjoesu... qué mala memoria tengo... ¿necesitaré Centrum?)

Creo que en sexto estuve en 6o. “A” (bueno, la excepción a la regla) con el buen Santiago Puente Alemán. Gozaba él de una fama de estricto y de “perro”, que era una especie de terror para el alumnado y, debo decir, eso me daba un poco de temor.

Mi primer encuentro con el profesor Santiago lo recuerdo como si hubiera sido hoy por la mañana: estábamos en clase de español viendo el tema de las Lenguas o Idiomas; él explicaba que el nuestro, el Español, al igual que algunos otros como el francés y el italiano provenían de una común que, de hecho, ya no se hablaba pero se seguía usando en algunas ciencias, pero para efectos del idioma era una lengua muerta.

Yo, en esos momentos estaba sentado en mi silla frente a la mesa redonda que en ese curso de sexto teníamos (no teníamos escritorio, el sistema de clase le llamaban Educación Personalizada) y dándole la cara al pizarrón desde donde exponía su clase el profesor. Mi mirada y mi atención estaban concentrados en el dedo pulgar de mi mano izquierda, en el que tenía un pellejito que me molestaba por lo que trataba de cortarlo utilizando los dientes, sin embargo, de reojo podía ver al profe dando la clase. Él, dándose cuenta de que estaba yo más concentrado en mi manicure preguntó: “¿Alguien sabe cuál es el nombre de esa lengua muerta?... Quizá usted, cortaúñas humano…” dijo dirigiendo su vista hacia mí y, obviamente, redireccionando la de muchos de mis compañeros...
Yo, con toda la tranquilidad de que fui capaz, tardé dos o tres segundos en quitarme el pellejo del dedo y, alzando la vista y mirándole, le contesté: “latín, la lengua muerta es el latín...” el profesor Santiago, disimulando una cara de sorpresa, pues seguro estoy que no esperaba que le estuviera poniendo atención ni, mucho menos, que supiera la respuesta, continuó como si nada... “Así es, el latín es una lengua que se utilizaba en la antigua Roma...”

A partir de ahí se generó entre los dos una especie de lazo filial, él decía que yo era su hijo y me trataba súper bien, sin dejar la exigencia del estudio de lado; en una ocasión que yo no llevaba lonche, él ofreció “prestarme” algunas monedas para que me comprara algo a lo cual accedí tras alguna insistencia de su parte (la verdad, sí tenía hambre), pero nunca intenté volver a pedirle o aprovechar esa situación para ello. El profesor Santiago me ayudó y me apoyó mucho, sobre todo en lo referente a la clase de español. Cuando se terminó el curso, Santiago nos invitó a Fernando Villarreal y a mí a tomar un curso en el verano, porque iba a cambiar el plan de estudios de las materias, fue cuando quitaron lo de las “raíz” de las palabras e introdujeron lo de “morfemas y gramemas”... incluso casi llegué a “inventar”, según él, un tiempo de conjugación, pero lo importante que él quería decirme, entendí después, era que no diera todo por hecho y que siempre tratara de hacer algo más, que no me acomodara por haber nacido en un estrato social “acomodado” pues había muchachos en sexto que no tenían la oportunidad en una escuela como el Regio o incluso que no iban a estudiar por tener que trabajar (varias veces dio ese discurso en clase).

El ejemplo del profesor Santiago y su apoyo me influenciaron para que, por esos años, yo me inclinara a tomar la profesión de maestro, “es una de la más bonitas” me escribió el maestro al autografiar mi anuario de ese año.

Sexto de primaria se llevaba por la tarde, era el único curso que lo hacía, todo el Colegio salía del turno de la mañana y entrábamos nosotros por la tarde. Mientras llegaba la hora en que sonara la música de entrada (para ese año o el anterior ya no era un timbre lo que indicaba la entrada y no hacíamos fila para ingresar a los salones) empezamos a jugar fútbol y, de andar peloteando algunos cuántos, ese juego creció hasta convertirse en un partido de “A” contra “B” ¡sin límite de jugadores, con dos balones y dos porteros...! ¡Imagínense treinta y tantos pelaos jugando contra otros treinta y tantos en una misma cancha de fútbol...! ¡Cómo me gustaban esos partidos! Incluso, más de una vez me llegué a enojar cuando teníamos que parar cuando empezaba a sonar la música para entrar a clases...

La secundaria la empecé en 1o. “B”, bajo la titularidad del profesor Francisco Galván (creo que así se llama… recórcholis, otro nombre qué checar en el anuario, ¿necesitaré Centrum?) en el primer salón, saliendo de las escaleras del segundo piso del Tercer edificio hacia el norte.

De este curso tengo presente dos episodios con el profesor Galván. Creo que él y Santiago fueron de los amigueros con la raza, muchos de mis condiscípulos, como José Santos, Gerardo Sáenz, Sergio Pérez Mier, etc. se codeaban con ellos y a veces se llevaban hasta de más.

El primero de los recuerdos se remonta casi a inicios del ciclo, cuando hacíamos fila al frente para revisión con el profesor Galván. Al llegar mi turno, el profesor voltea a verme a la cara, se me queda viendo y me dice: “Una rasuradita, ¿no, Valero…?”. Yo, no supe qué contestar ni cómo reaccionar; me limité a esperar mi revisión y ya. Por la tarde, al llegar a casa me fui directo al baño a mirarme en el espejo y cuál fue mi sorpresa al notar en mi cara, sobre los labios un naciente bigote cantinflesco… “¡bigote…!” exclamé para mis adentros y, tomando haciendo espuma con el jabón en mis manos tomé el rastrillo nuevo que para tal efecto había comprado mi santa madre de Dios hija (esperando que algún día su hijo tendría un bigote y una barba qué rasurarse) procedí al honorable rito de mi primera rasurada. Cabe decir que era algo que esperaba quizá con un poco de ansia, porque algunos de mis compañeros se rasuraban ya desde el curso pasado.

El segundo de los recuerdos, se refiere también a una fila de revisión pero, esta vez, se trataba de la materia de artísticas; el trabajo requerido era una escultura en yeso para lo cual, como yo no tenía la menor idea cómo hacerla o trabajar el yeso, me limité a hacer un óvalo de yeso y en él “esculpir” la cara de un tigre en bajo relieve, procediendo después a pintarla… a mis ojos, eso parecía la cara de un tigre aunque probablemente estaba yo incursionando en el impresionismo abstracto temprano, sin saberlo. Para colmo de mi desventura, el lugar antes de mí en la fila de revisión era ocupado por Felipe González Aréchiga, quien llevaba la escultura de un ave muy bien hecha y muy bien pintada (creo… la figura en yeso puede cambiar o haber sido otra, pero esto es lo que me acuerdo). Llegó el turno de Felipe, Galván tomó la figura, la revisó y la calificó con un 8… “No pos ya valió queso” dije en voz alta, “ya estuve que saqué 6”. El pase era “7”.

Salió Felipe de la fila, me acerqué yo al escritorio y le entregué al profe. Galván mi trabajo en yeso; lo tomó, ni siquiera lo vio, lo puso en el escritorio, abrió la lista y me puso “6”. Tomó la escultura y me la devolvió, “el que sigue”, dijo en voz alta.

Yo, tomé mi triste tigre, aunque literalmente ya éramos dos, y me fui a sentar en mi lugar. El camino a mi pupitre lo recorrí en silencio, pensando… ¡era la primera calificación reprobatoria en mi incipiente carrera estudiantil, seguramente iba a aparecer en rojo en la boleta, ¿me regañarían en casa?, ¿tendría problemas con la beca, que el colegio nos había otorgado como ayuda? En esto pensaba cabizbajo sentado ya en mi escritorio cuando se acercó un compañero, no recuerdo quién y me dijo: “dice el profe que no reprobaste, te puso 7, pero que nunca te dieras por vencido antes de tiempo, que no lo vuelvas a hacer…” Levanté mi mirada y la dirigí al escritorio del profesor Galván, él volteó a verme con los ojos, sin levantar la cara y me hizo un gesto como diciendo “échale ganas, cabrón”. Fue una lección muy buena que siempre he agradecido. 

No reprobé ninguna materia hasta el primer semestre de estudios de mi carrera profesional y, en lo personal, he tratado siempre de luchar sin desanimarme, cuando he fallado me he detenido solo lo suficiente para reparar fuerzas y continuar.

El segundo grado de secundaria me tocó en el grupo “A”, con el profesor Jaime Adriaenséns, el salón creo que era el mismo que tuve en primero de secundaria. En aquellos tiempos seguíamos con el Sistema de Educación Personalizada, forma de trabajo que a mí me gustó mucho y que desarrollo en mi la costumbre de investigar en los libros. En ese método de trabajo cada salón de secundaria era el laboratorio de una materia y en este caso, 2o. “A” era el laboratorio de español y Adriaenséns les daba español a los 6 grupos de secundaria.

Por las mañanas, después de entrar cada grupo a su salón bajo el don de la música que nos ponían (como recordará el amable lector ya no se usaba un timbre) creo que la primera o las 2 primeras horas (que creo eran de 40 min) eran clases en el salón de tu grupo, después eran “horas de laboratorio” en las que cada alumno escogía ir al salón o laboratorio de la clase que escogiera o necesitara. En cada salón había un estante por grado de secundaria donde estaban las “fichas de trabajo” y uno las iba realizando en orden ascendente; creo que trabajábamos en hojas sueltas y cartapacios, así, cuando uno terminaba una ficha la “entregaba” en el estante correspondiente para que el titular de la materia la revisara. En el mismo estante estaban los libros de consulta.

Creo que después había un recreo de ¿20 min?, luego otras 2 horas de laboratorio, otro recreo y, finalmente una o dos clases más... o algo así. En una ocasión, Pablo Campos me dijo en son de broma: "Qué, Rafa, ¿a poco sientes correr la sangre por tus venas?". Yo, poniendo una de las más extrañas caras de extrañeza que en puesto en mi vida, le dije: "De qué hablas? No te entiendo...". Pablo, me dijo riendo con un poco de burla, "¿a poco no sabes...?  



Pues resulta que, en una hora de laboratorio, en el salón de la clase de Español, el profesor Adriaenséns con una ficha en cada mano y frente a todos los alumnos que en esa hora trabajaban les dijo, mostrando las hojas: “vean este trabajo” levantando su mano izquierda, “este hombre siente correr la sangre por sus venas… es un trabajo muy bien hecho, etc.” Casualmente, Pablo estaba sentado en el primer pupitre de la fila, quedando el profe exactamente frente a él por lo que claramente pudo Pablo ver que la hoja a la que hacía referencia Adriaenséns era de miguelito…

“En cambio, este otra trabajo… parece que el alumno lo hizo con los pies…” (o algo así dijo, la verdad no me acuerdo bien… ¿necesitaré Centrum?) para infortunio del buen Pablo también pudo ver quién era el autor material de tal trabajo, que había merecido el “desprecio” de maestro: un alumno cuyo nombre omitiré pero que se apellida Campos Martínez… jajaja… por un tiempo fui presa de las “burlas” del buen Pablo y quizá por eso es que a partir de entonces cayó de m gracia el cantautor José María Napoleón, aunque por aquellos años fue el cantante preferido del profesor Adriaenséns… a grado tal de que varias veces escuchamos en su clase las canciones de “Hombre” y “Vive”.

De lo otro que más me acuerdo de 2º. de secundaria es de que, durante los recreos, había un torneo de futbol interno de los 2 grupos. Cada grupo “A” y “B” tenían sus equipos y jugábamos todos contra todos. Yo estaba en el equipo “Tigres”, con Miguel Flores en la portería, Tomás Rosales… ¡recontra recórcholis… no me acuerdo quién más! (¿necesitaré Centrum?). El caso es que jugamos muy bien y llegamos a la final, justamente contra el equipo del Profr. Adriaenséns.

El partido de la final se llevo a cabo en el recreo, un juego muy reñido, a tal grado que quedamos empatados a 1 gol por bando. Creo que se decidió un segundo tiempo en el segundo recreo y el partido siguió igual. El juego se iba a decidir en serie de penales, lo cual no nos convenía pues aunque nuestro portero era el buen Miguel Eduardo Flores Aguirre, que se tiraba a todas de todas (en realidad, él jugaba futbol americano en Águilas y, con todo respeto, no era muy bueno en el soccer, pero tanto costalazo en el americano, yo creo, le favorecía para jugar de portero) el guardameta del otro equipo era nada menos que Roberto Meinardo Castillo Garza (no sé si así se escriba su segundo nombre), a mi gusto, el portero de porteros que paraba casi todas de todas.

Pues a Dios gracias, los profesores se pusieron de acuerdo y cedieron la última clase después del segundo recreo y se jugaron, como quien dice, los tiempos extras. El partido siguió igual de reñido, sin embargo, en una acción en la media cancha Tomás Boy, digo, Tomás Rosales se adueña del balón y me manda un pase filtrado al frente, me quité de encima un defensa y avance adelante y solo hacia la portería contraria, Castillo salió para cerrarme el ángulo de disparo, hice la finta de que tiraba con la derecha y Roberto se tiró pero, en lugar de chutar, pasé el balón a mi pie izquierdo y sacándole la vuelta a Castillo, tiré a gol con el empeine… la pelota salió hacia la portería, pegó en el poste izquierdo en relación a nuestro ataque y se metió en la cabaña de los albiazules de 2º. de secundaria, todos gritamos ¡gol! y un ¡ganamos! a todo pulmón… Le habíamos ganado al equipo favorito, al equipo del maestro…

BUENO, ESTIMADOS CONDISCÍPULOS, HASTA AQUÍ LLEGA EL ESCRITO, POR LO PRONTO, ME FALTA 3ero. DE SECUNDARIA Y ALGUNAS ANECDOTAS MÁS, PERO EL TIEMPO SE ME VINO ENCIMA Y LA REUNIÓN YA ES MAÑANA. EN LA PRIMERA OPORTUNIDAD SUBO ESTO A LA RED PARA QUE LE DEN EL VoBo Y LAS CORRECCIONES PERTINENTES. 

ESPERO PERDONEN CUALQUIER YERRO O FALTA DE PRECISIÓN QUE PUEDA HABER O SI, SIN NINGUNA INTENCIÓN DE MI PARTE PUEDA OFENDER A ALGUNO.

LOS VEO, SDLP, AL RATO EN LA REUNIÓN...


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Rafael Valero Soto
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