UN VIERNES DE PUNTOS
“Préstame tus dedos” le dije a Gaby, mi
adorada esposa, para luego apretar mis dientes con fuerza, aún a costa de
perder otro más.
“¿Los quieres apretar?” me preguntó ella
tomando mi mano y colocando sus dedos en la palma.
“No”, le contesté mientras sentía que el
hilo quirúrgico se movía entre mi piel, “los quiero morder...!!!”
“¿Te duele mucho?” Me preguntó ella,
pero no le contesté, me limité a soltar su mano para no apretarla (¿qué clase de marido sería yo si después de
todo lo que que ella había pasado por mi en el hospital, aparte, le
transmitiera mi dolor por unos pinches puntos de operación?) y cerré
fuertemente mis puños al costado de mi cuerpo para aguantarme como los
machos...
La verdad es que me dolió un chingo.
Por fin terminó Ángeles, la enfermera,
de quitarme los puntos de la sutura y tras revisar las heridas, comentó que
todas estaban cerrando, que se veían muy bien y que el resto era lavarlas con
agua y con jabón para que estuvieran siempre limpias...
“Ahora sí” continuó diciendo la
enfermera “nada más cuídese para que pueda partir su pastel”.
Por la hoja de la alta, Ángeles, se
había enterado que me habían operado a corazón abierto en la clínica 34 del
IMSS y por comentarios de Gaby que coincidió con mi cumple y, por lo mismo que, aunque mucha gente se ofreció ayudarla a cuidarme de noche, ella no quiso
separarse y se quedó todas las noches, a excepción de una en la que se quedó
Ruth, mi hermana menor, a cuidarme en el hospital y ella fue a casa con
nuestros hijos.
Fue entonces cuando Ángeles nos platicó.
“Yo soy viuda” dijo “a mi esposo también
lo operaron del corazón en la 34, pero allí nos turnábamos mi suegra y yo para
cuidarlo; mi suegra es muy joven (obvio, Ángeles es muy muy joven) y yo tenía
que trabajar, y aparte no podía decirle que no estuviera con su hijo. Pero mis
hijas, que estaban más chicas no pudieron entrar ningún día del hospital.”
“Qué triste” dijo Gaby “en nuestro caso
Fer es mayor de edad, Sebastián no, pero lo aparenta por su estatura, así que
pudo entrar sin que le dijeran nada...”
“Pues qué bueno que pudieron” dijo “acá
las niñas lo pudieron ver hasta que salió del hospital y llegó a casa y pudimos
estar toda la familia junta.”
Ya para ese entonces había yo terminado
de abrocharme la camisa y ponerme la chaqueta, sentándome en la cama donde
momentos antes, acostado, me habían quitado los puntos.
Ángeles hacía unas últimas anotaciones
mientras siguió comentando: “Al día siguiente, las niñas no querían ir a la escuela,
querían quedarse con su papá, pero no las dejamos; se despidieron de él y se fueron
a sus clases. A media mañana que lo iba a bañar, él sintió un dolor en su pecho
y se desvaneció en mis brazos y se puso bien pesado, apenas podía con él... me
acosté con él en el piso para poderlo poner boca arriba y llamé a la
ambulancia.”
Gaby y yo estábamos absortos en el
compartir de Ángeles y, al menos yo, asombrado por su historia.
“Llegaron los paramédicos” continuó
platicando la enfermera “y querían hacerle resucitación cardio pulmonar, pero
yo no los dejé, ellos se quedaron de a cuatro, hasta que les expliqué que
estaba recién operado del corazón y hacerle esa maniobra podría desgraciarle
todo el pecho y hacerle un mal mayor y, en realidad” terminó diciendo “él ya se
había ido...”
“Yo pienso” dijo Ángeles tras unos
momentos de silencio “que mi marido no se había querido ir sin despedirse de
sus hijas... y por eso se esperó hasta estar en casa...”
Posteriormente comentó que la mayor de
sus hijas ya tiene 21 y la menor está en prepa, y que ellas la cuidan mucho: Ángeles
acaba de empezar a salir con un compañero, quien les pidió permiso a sus hijos
para ello, advirtiéndole éstas que lo iba a lamentar si él lastimaba a su mamá.
Nos despedimos de Ángeles agradeciéndole
efusivamente, Gaby lo hizo de abrazo y beso, deseándole toda clase de bienes en
su vida. Yo le tendí mi mano derecha y al darme ella la suya la tomé con mis
dos manos y le dije mirándola a los ojos: “Muchas gracias. Que Dios las
bendiga...”
Y así, salimos Gaby yo del área de
urgencias de la clínica 2 del IMSS, donde casi dos meses antes había sido yo
internado todo el día bajo un código amarillo al llegar ahí el lunes 26 de noviembre del año pasado por la mañana, muy temprano, con una presión de
180/100 y con dolor en el pecho y en el brazo izquierdo.
Enviado desde el iPhone de ralero
arquitecto, músico, poeta y loco