miércoles, 9 de marzo de 2016

LA PRIMERA VEZ QUE LA VI

por ralero



Corría el año de... en realidad no recuerdo en qué año fue, pero era la época del Tsuru blanco. Un auto Nissan modelo 1984, de cuatro puertas, color blanco (obviamente), con placas... bueno tampoco me acuerdo de las placas (¿necesitaré centrum?) de hecho, fue el primer mueble que compré con dinero fruto del sudor producto de mi trabajo como arquitecto. El carricoche se lo compré a Cristina Campos, hermana de Pablo, vecinos de la Alta Vista, por la módica cantidad de N$8,000.00 morlacos mexicanos(creo que en esa época fueron 8 millones de pesos)[1]. En ese entonces estaba en la disyuntiva de comprar el auto o dar el enganche de un departamento en Las Brisas (colonia del sur de mi natal Sultana del Norte), incluso ya había ido a verlo y tenía los papeles del crédito, que iba a ser por Banamex. Obviamente me decidí por el automóvil.

Por aquellos días estaba yo soltero, sin novia y sin compromisos (de ese tipo) ya estaba trabajando en U-Calli y me movía en el mueble de mi santa madre de Dios hija: un Datsun rojo, cuatro puertas, modelo también ´84, motor 1600. En ese tiempo, creo que era yo el único que manejaba en la familia, aparte de mamá; y usaba su carro porque me habían asignado a una obra ubicada allá en San Nicolás de los Garza: el Gimnasio Vitro Club (demasiado lejos para esa época). En esa obra entré como supervisor de albañilería, aire acondicionado y de la subestación eléctrica en la primera etapa del Gimnasio; y como encargado de la obra completa en la segunda etapa, al coincidir con el arranque de Cintermex a donde llevaron al arquitecto anterior encargado del proyecto.

Ya en mi auto nuevo, o más bien, siendo ya el nuevo dueño del Nissan, a eso de las 18:38:26 hrs (en realidad tampoco me acuerdo pero fue alrededor de esa hora) no sé a razón de qué circulaba yo por la avenida Garza Sada de sur a norte, a la altura de su entronque con Ave. Revolución; era una tarde lluviosa, el pavimento estaba mojado y resbaladizo lo cual aumentaba el riesgo de un accidente (eso no ha cambiado a la fecha de la presente redacción, antes bien, se ha puesto peor). En aquel entonces aún no construían el paso a desnivel de tres pisos entre las dos grandes avenidas, por lo que existía un semáforo que sorteaba el paso de los automóviles con su show de luces a cámara lenta de rojo, ámbar (¿o amarillo?) y verde (definitivamente no en ese orden).

Para el caso que nos ocupa coincidió que la luz que el semáforo indicó en esos momentos para quienes transitábamos por Garza Sada fue la del color rojo. Se detuvo un auto frente al semáforo, atrás de él se detuvo otro vehículo, posteriormente me detuve yo y, finalmente, un Impala 1979 color verde marrón, o séase, de los viejos (para aquellos coetáneos a un servidor ya se imaginarán el armatoste en cuestión) usando mi carro como tope para frenar. El impacto fue tal que mi vehículo se desplazo hacia el frente para ir a chocar con el mueble que estaba delante de mí, deteniéndose ahí la reacción en cadena.

Lo primero que hice fue gritar 3 (ó 2, no recuerdo bien, de veras, ¿necesitaré centrum?) palabras las cuales no pienso escribir por el momento, pero que son, probablemente, la interjección mas usada por el mexicano para este tipo de situaciones y que tiene que ver con la progenitora fémina, autora de nuestros días.

Abrí la puerta del carro y bajé resintiendo lo frío del agua que caía en la lluvia ligera; miré hacia el coche frente al mío: el daño no había sido de consideración. De ese auto, entonces, salió una chica toda asustada, rubia, de buen ver (y, probablemente, mejor palpar), de ojos claros. Tras verificar que estaba bien y explicarle que le pegué a su auto porque otro me había empujado al chocar conmigo, fuimos hacia el presunto culpable del accidente.

El interfecto en cuestión ya había descendido de su auto y venía hacia nosotros preguntando si estábamos bien y disculpándose por el percance que, por la lluvia y lo resbaladizo de la calle, no pudo evitar. Así mismo, nos explicaba que no se podía quedar y, extendiendo hacía mí una identificación, que tenía que partir ya pues era maquinista de locomotora y se dirigía a la estación del tren, ya que le tocaba operar (es decir, conducir) la máquina que salía a las 7 de Monterrey rumbo a no me acuerdo qué destino del país. (¿necesitaré centrum?)

Entonces Silvia[2], que en esos momentos no sabía yo cómo se llamaba, me tomó desesperadamente del brazo diciéndome: “No dejes que se vaya, quítale las llaves, que no se vaya...”; me pareció buena idea lo de las llaves mas no me acuerdo si el anciano me las dio o las quite de la marcha del carro, creo que fue esto último, que para el caso no tiene importancia.

Entre la llovizna que seguía cayendo estuvimos vuelta y vuelta entre los carros, la banqueta y un teléfono público llamando a las aseguradoras, cuidando que el viejo no se pelara en su carro o en un taxi y protegiéndonos de la lluvia en un techito, creo, de un taller ubicado en ese entonces en dicha esquina. Llegaron los ajustadores del señor y de Silvia, vieron los daños y llenaron formularios. Llegó tránsito, habló con cada uno de nosotros y con los ajustadores presentes. Llegó la grúa y cargó con el viejo Impala del viejo maquinista que operaba el viejo tren. Ni el carro de Silvia ni el mío  fueron levantados (a Dios gracias). El  señor presunto responsable tomó un taxi y Silvia se fue en su mueble. Antes de irse ella, intercambiamos teléfonos por si se presentaba algún problema con la reparación de los muebles (ajá) o si se requería atestiguar ante tránsito o las aseguradoras (otro ajá).

“Circulaba yo por la Ave. Garza Sada de sur a norte, a la altura de los Jacales[3]” escribí yo en el parte del seguro del automóvil de Provincial (este nombre deliberadamente no fue cambiado, méndigos de la Provincial llegaron bien tarde ese día y, aparte, en un incidente con un federal salí yo pagando parte del deducible y... bueno eso es material de otrahistoria) hora y media después del accidente y casi veinte minutos después que se habían marchado los otros participantes. Una vez firmado el reporte y recibida la orden de taller, me marchaba yo de la escena del accidente en mi tsurito blanco, producto del sudor de mi frente por mi trabajo como arquitecto, y cuyas placas no puedo acordarme.

Una o dos semanas después hablamos Silvia y yo para ver como iban las correspondientes reparaciones de nuestros automóviles (un último ajá). En esa llamada acordamos vernos, ella me invitó a su casa (los “ajás” han sido justificados). Vivía ella en una modesta casa del sur de la ciudad, cerca del lugar del accidente, platicamos de ese día, nos presentamos oficialmente dándonos los generales respectivos como nombres completos, fechas de nacimiento, ocupaciones y demás información que en estos casos se intercambia entre un hombre y una mujer en la actual sociedad occidental.

Posteriormente salimos, fuimos al cine a ver la película... mmm bueno, no me acuerdo qué película (de veras, ¿necesitaré centrum?), pero estoy seguro que sí la vimos toda con cortos y todo a excepción de los créditos. Probablemente una semana después le llamé para invitarla a cenar para el siguiente sábado, a cuya invitación prefirió ella fuera el domingo.

Ese domingo 16 de diciembre de cuyo año no puedo acordarme (¿necesitaré tomar... cómo se llama... de esas pastillas (para no soñar[4]) cen.?...!), pasé por Silvia a su casa y fuimos a misa de 7 a San Juan Bosco[5]. Por ese entonces yo tocaba la batería en el coro de esa misa, la cual se desarrolló ese domingo como todos los domingos: Canto de entrada, Señor ten piedad, Aclamación antes del Evangelio... hasta que llegó el momento de la homilía, en el que nos recargamos en el muro posterior del edificio.

Entonces... la vi...

Venía hacia donde estábamos (ya que en dicho muro nos recargábamos generalmente todas las personas que no alcanzamos lugar en las bancas), con su cabello negro, de mil rizos, su grácil figura, entallada en unos jeans, blusa crema y chaquetín tejido también beige con vivos de colores, aretes de aro grandes y un montón de anillos en los dedos (no que se ocupaba centrum?); pero triste, cabizbaja, con sus ojos llenos de lágrimas...

“¿Estás bien?” le pregunté tras voltear hacia ella y mirarla llorar por unos segundos, “si, gracias” me contestó sin levantar los ojos del piso;  “¿qué pasa? Por qué lloras...?” volví a preguntarle al tiempo que la reconocía: era de las chavitas nuevas, quinceañeras, que acababan de entrar probablemente buscando el coro gratis para su misa (los integrantes del coro tenían derecho a una misa gratis al año) “es que nos enojamos mamá y yo” me contestó afligida.

Creo que el asunto del enojo fue porque su madre le prohibió seguir viendo a su novio, por razones aparentemente justificables (para la madre, obviamente) y antes de la misa habían discutido al respecto. Yo le comenté que cualquiera que fuera la razón que tuvo su mamá, algún fundamento debía tener (aunque yo no tenía el gusto de conocer a su señora madre ni mucho menos sus razones ni al muchacho novio de esta chica) y que, cualquiera que fuera el problema, tenía solución con o sin el muchacho en cuestión, aparte de que ella era muy joven para complicarse la vida con asuntos de noviazgo, tenía todavía mucha vida por delante...

Creo que fue todo lo que platicamos. Lo que si puedo decir es que ella se veía muy bien a pesar de sentirse tan mal pero, pensé para mis adentros, “es demasiado chica para Miguelito...”

No puedo evitar decir, so pena de mentir, que la morena de cabello rizado, de grandes aretes, blusa floreada y jeans, derramadora de lágrimas en cuestión llamó poderosamente mi atención, sin embargo, como buen caballero que me considero y consideraba por aquellos días, volví mi atención hacia mi rubia acompañante (aunque mis pensamientos quedaron en otra persona) y en la misa que en esos momentos el sacerdote, inmisericordiamente ajeno a toda la conmoción de la muchacha de las lágrimas, seguía oficiando.

Terminó la misa y nos fuimos a cenar. La rubia y yo nos escabechamos unos ricos y suculentos tacos en el Fogonero (creo que ése es su nombre, se me hace que sí necesito centrum, está o estaba situado en Ave. Revolución frente a la gasolinera que está en la curva que hace sobre el arroyo seco, a un lado de la Ladrillera[6]). Posteriormente nos fuimos un parque cuyo nombre omitiré por razones obvias: ¡no me acuerdo! (creo que definitivamente necesito centrum o un trasplante de neuronas junto con una recuperación de archivos) en donde bajo la luz de la luna saqué mi lira del tsurito blanco ya reparado y, sentados en una blanca banca, me dispuse a entonar sendos cantos románticos de mi autoría.

Al terminar la segunda o tercer canción Silvia, mi rubia acompañante, me preguntó si me sabía una rola del dominio público intitulada “Las Mañanitas”[7], amablemente le respondí que sí pero procedí a cantar otra canción de mi repertorio (debo haber ensayado antes o estaba menos afectado mi cerebro porque realmente casi no me sé ninguna canción y menos de las mías, las cuales cuando canto, generalmente lo hago leyendo la letra, mmm... probablemente ese día llevaba las letras); ella, una vez que terminé mi interpretación (y muy amablemente) insistió en que le cantase las mañanitas a lo que contesté que esa era una rola que generalmente se cantaba en las fiestas de cumpleaños... “y” me interrumpió ella con una sonrisa acusadora:

“¿qué día crees que es hoy?”

¡SÓPATELAS![8] 
(¡gulp!)

Efectivamente, como usted estimado lector amigo, probable compañero de juventud o familiar carnal o legal han de suponer, Silvia, mi rubia amiga, cumplía “n” años de edad ese domingo 16 de diciembre de cuyo año no puedo acordarme. La verdad es que sabía que era su cumpleaños, me lo dijo en la primera cita y en ese momento lo relacioné con las posadas (creo que de hecho hubo posada esa tarde o noche en la iglesia), y claro que por eso cambiamos la cita para el domingo en lugar del sábado y, obviamente, por eso pedía “Las Mañanitas”. (que al final de cuentas no me acuerdo si se las canté o no, no me acuerdo si la felicité o no o si le di su beso y su abrazo... de felicitación {aquí cabe otro ajá}...¿necesitaré una operación en el cerebro?)

Creo que sería por demás aclarar que ésa fue la última cita con la dulce rubia Silvia (lo de dulce es un calificativo que me atrevo a usar porque en las pocas veces que nos vimos el trato fue sumamente amable, considerado y tierno, la verdad, nunca la probé), creo que a partir de esa fecha tuvo mucho trabajo y estudio ya que pocas fueron las llamadas que me contestó y mínimas las que me devolvió. Sin embargo, haciendo alusión al Sr. Don Joaquín Ramón Martínez Sabina (cuyo concierto con Serrat de la gira dos pájaros de un tiro[9]acaba de llevarse acabo en la ciudad y que estuvo raja_ _ _ _ _ _), tiempo después “una mañana descubrí que veces gana el que pierde una mujer”[10]

Lo único que lamento de este suceso, aunque usted no lo crea, de la vida real, es que no me puedo acordar del año en que se dieron tales hechos, para de esa manera saber la fecha exacta en que ví por primera vez a la chica morena de cabello negro, de mil rizos, grácil figura, entallada en unos jeans, blusa crema y chaquetín tejido también beige con vivos de colores, aretes de aro grandes y un montón de anillos en los dedos; pero triste, cabizbaja, con sus ojos llenos de lágrimas...

A vuelta de año, (es decir, al empezar el siguiente año) organicé una fiesta para celebrar mi cumpleaños número no sé cual (necesitaré...) en la que invité, obviamente, a mi familia, al coro de la iglesia, a compañeros de trabajo, a gente del grupo, raza de la colonia y a algunos colados. La chica morena de cabello negro, de mil rizos, grácil figura, entallada en unos jeans, blusa crema y chaquetín tejido también beige con vivos de colores, aretes de aro grandes y un montón de anillos en los dedos acudió llevando algunas viandas (muy ricas por cierto y que fueron un éxito rotundo entre los invitados) y de regalo un arreglo con una taza de feliz cumpleaños de Mickey, Bilín Bilín Bilín[11], Donald y demás personajes de Disney (actualmente es la taza donde tomo el suculento café de los domingos, después del rico almuerzo que prepara mi amantísima esposa).

Después de esa ocasión nos hicimos muy amigos y salimos muchas veces: en ocasiones solos, o junto con otros integrantes del mismo coro, o con los amigos de la colonia, pero esa es otra historia.

A partir de esa fecha hemos sido amigos por un par de lustros, después de un año de noviazgo nos casamos, tenemos dos hijos, casa, dos carros, una tortuga, dos T.V. color... y siete años de matrimonio. [12]

Cinco sucesos son los que tengo bien grabados en mi mente de mi historia con ella. Este es el primero de los muchos más que, espero permita Dios, vendrán.

Aprovecho la ocasión para agradecer a Dios, al viejo maquinista del viejo tren y al programador de los semáforos de la ciudad de Monterrey, N. L., México.

No recuerdo cuando lo empecé[13], pero este escrito fue terminado en la ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey a los 23 días del décimo mes del séptimo año del siglo XXI.

Rafael Valero Soto

Hoy a las 15 horas con catorce minutos del décimo octavo día del primer mes del año 8 del siglo XXI, este escrito ha sido corregido y aumentado por su autor.

Este escrito fue corregido y aumentado el 16 de junio de 2011 en ocasión de su publicación por el cumpleaños de mi adorada esposa, hoy madre de mis dos hijos y ayer aquella chica morena de cabello negro, de mil rizos, grácil figura, entallada en unos jeans, blusa crema y chaquetín tejido también beige con vivos de colores, aretes de aro grandes y un montón de anillos en los dedos...

Este escrito fue editado actualizando la nota 12; la anterior nota 12 pasó a ser la 13. Marzo 9 de 2016.


NOTAS:
[1] $8’000,000.00, $8,000.00 pesos nuevos o N$8,000.00. El 1 de enero de 1993 se introdujo el nuevo peso, el cual "quitaba 3 ceros al anterior", de tal manera que 1.000 pesos anteriores a enero de 1993 equivalen a 1 nuevo peso (N$). Los objetivos de esta medida eran: Facilitar la comprensión de grandes cantidades de dinero, facilitar las transacciones y lograr un empleo más eficiente de los sistemas de cómputo y registro contable;  ya que debido a la inflación la moneda estaba muy devaluada y el país sufría una crisis económica tal que hubo que quitarle a la moneda tres ceros...
Durante los primeros años se usaban de manera indistinta los pesos y los nuevos pesos, hasta que el uso de las monedas anteriores fue desfasado y se cambió nuevamente en 1996 de la denominación de nuevo peso a peso.
[2] A partir de este momento los nombres de las personas han sido cambiados para la protección física de ellas y mía.
[3] “Merendero Los Jacales”, restaurante de abolengo al sur de la ciudad, situado en la antes Carretera Nacional cuyos platillos eran de carácter regional y que alcanzó gran prestigio en su tiempo. Actualmente es un establecimiento de
[4] Pastillas para no soñar, Letra y Música: Joaquín Ramón Martínez Sabina, del álbum Física y Química, BMG / Ariola, 1992
[5] Parroquia Universitaria San Juan Bosco, ubicada en calle Bogotá 211 Col. Alta Vista CP 64840 en Monterrey, N.L. templo que existe en la colonia desde antes que llegáramos a ella, por el año de 1972, en realidad no recuerdo el año en que nos cambiamos , pero debe ser alrededor del antes citado (necesitaré algún medicamento  auxiliar para el desarrollo de la memoria o, al menos, para que no pierda lo que me queda de ella?
[6] Ladrillera Monterrey, S.A. (Compañía Manufacturera de Ladrillos de Monterrey, S.A.) Fábrica de ladrillos fundada el 11 de diciembre de 1890, cuando los norteamericanos William W. Price, John R. Price y David Isaac Jones solicitaron al gobierno del Estado una exención en el pago de impuestos por veinte años para instalar una fábrica de ladrillos. En el memorial que presentaron, explicaban que la empresa llevaría el nombre de Compañía Fabricante de Ladrillos de
Monterrey, y que ya estaba construyéndose en un lugar lejano de la plaza Zaragoza, entre ésta y el cerro de
La Silla. Anunciaban que la fábrica tendría una capacidad de producción de veinticinco mil ladrillos diarios.
Desde un principio fue socio de Ladrillera el señor Joseph A. Robertson, conocido como El Coronel. Actualmente Ladrillera Monterrey, S.A. forma parte del grupo LAMOSA, fabricando ladrillo, barro block, piso cerámico y azulejo, se ubica en Ave. Revolución
[7] “Las Mañanitas”, canto tradicional mexicano que se interpreta generalmente en reuniones o fiestas con motivo de la celebración del aniversario del nacimiento de una persona. El canto, en su letra, hace una alusión  en la que se atribuye la autoría al rey David...
[8] El autor de este relato no está plenamente seguro de que esta interjección exista en el vocabulario reconocido por la Real Academia de la Lengua Española, sin embargo es la que mejor se acerca para describir los pensamientos, palabras, emoción, acción y reacción conscientes e inconscientes, racionales y subjetivas que en ese momento surgieron en él.
[9] “Dos pájaros de un tiro”, proyecto artístico conjunto de los cantautores españoles Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, quienes unieron sus voces en una gira conjunta durante el año 2007 que les lleva por escenarios de España y América: México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Uruguay y Argentina. La gira se inicia el 29 de junio en Zaragoza y finaliza en Buenos Aires el 18 de diciembre de 2007. []El repertorio de los conciertos es una alternancia de las grandes canciones de los dos artistas. En algunas, Serrat canta a Sabina y viceversa y en otras cantan a dúo las canciones de ambos. En todas, uno se funde en el otro para ofrecer versiones nuevas. En total realizan 72 conciertos que involucraron 1,000,000 de espectadores aprox., 150.000 kilómetros recorridos,  63 vuelos, 4 aviones charter, 150.000 discos de la gira vendidos al día de hoy y 150 horas de la mejor música y letra del siglo pasado y lo que va de este.
[10] “Como un explorador”
[11] Nombre verdadero de Tribilín, personaje creado por Walt Disney allá  por el año de 1932
[12] Nota agregada el 9 de marzo con motivo de su re-publicación solicitada por el respetable público conocedor. 
[13] Conclusión: Necesito Centrum (NOTA IMPORTANTE: Este relato no ha sido patrocinado por ninguna persona física o moral o compañía alguna fabricante, distribuidor o comercializador de productos vitamínicos o de refuerzo alimenticio.