lunes, 24 de diciembre de 2012

EL PESEBRE DE BELÉN

por ralero

 
Yósef se quedó pensativo pero al día siguiente puso manos a la obra e inició lo necesario para desposar a Mariam. Sin embargo tras el desposorio y algunos meses después de haberse instalado en casa, salió a la luz un edicto de Caesar Augustus en el cual ordenaba a todas las personas bajo el dominio del imperio romano ir a empadronarse a su ciudad de origen. Yósef debía de partir con su esposa, ya encinta, y regresar a Bet léem lugar donde nació.
 
Para llevar a efecto el viaje Yósef reparó algunas mesas y bancas del comedor de un patricio romano de Natzeret, quien en pago le dio un burro y la oportunidad de surtir comida de sus tierras para aprovisionar el viaje. Sería un largo recorrido, habría que caminar los más de 150 km que había entre ambos pueblos.
 
Los recién esposos iniciaron su viaje por las tierras de Israel, ahora bajo el gobierno de Roma. En el viaje vieron a muchos otros peregrinos que iban a sus ciudades de origen para cumplir con el edicto. Fue un poco como recordar aquel éxodo que sus ancestros hicieron al liberarse de la esclavitud de Egipto. Aunque ahora, era otro el yugo que se cernía sobre su cuello, el pueblo de Israel no dejaba de clamar por el mesías anunciado por los profetas y que los liberaría de la esclavitud.
 
Tras cinco días de camino, pasaban ya por la ciudad de Yerushalayim, la gran capital y tras recorrer 9 km al sur de ésta empezaron a ver las montañas de Judea y los pequeños valles que se extendían entre ellas, planicies que servían, sobre todo, para el pastoreo.
 
Yósef, recordó entonces su infancia en aquella ciudad. Recordó a Jacob, su padre, y a su madre Abdit; le vino también a la memoria su abuelo Matán, gran ejemplo en su niñez del temor a Dios, de quien aprendió que el silencio, la justicia y, sobre todo, la misericordia eran agradables a los ojos de YHWH
 
De su abuelo, Yósef también aprendió a detallar la madera para ornamentar los diferentes muebles y utensilios ya que desde pequeño había aprendido que no era del agrado de YHWH la reproducción de imágenes, pues el ser humano, por su naturaleza, tendía a sobre valorarlas e incluso adorarlas en lugar de su Dios.
 
Recordó entonces cuando acompañado de su abuelo, recorrieron el pueblo rumbo a las afueras para vender la primera pieza que fabricó: un pequeño pesebre de madera que uno de los vecinos le encargó para que las crías de las ovejas al llegar su destete, tuvieran un lugar donde comer.
 
Aquel día encontraron al pastor sentado a la puerta de su casa, sentado con la cabeza entre sus brazos y lamentándose. Unos bandidos habían saqueado su casa y sus establos llevándose el poco dinero que tenía y algunas de las más grandes ovejas y corderos.
 
Yósef se entristeció un poco pues en esas circunstancias difícilmente realizaría la venta, pero más le preocupó la situación en que había quedado el pastor, sobre todo, porque la familia que tenía que mantener.
 
El aprendiz de carpintero miró a su abuelo como buscando consejo y éste le dijo: “Haz lo que te dicte el corazón, hijo…”
 
El pequeño Yósef, se acuclilló junto al pastor y dándole unas palmaditas en el hombro le dijo que no se preocupara. Le iba a dejar el pesebre para que las pequeñas crías pudieran comer, si había oportunidad, posteriormente le podría recompensar con algo, pero por lo pronto él le hacía este regalo. El viejo Matán sonrió con satisfacción por la sabia decisión que había tomado su nieto. “Que YHWH te recompense al ciento por uno…” le dijo el pastor dándole un abrazo al joven carpintero.
 
La ciudad de David, aunque pequeña, estaba llena de algarabía y visitantes, las posadas estaban ocupadas en su máxima capacidad y muchos de los peregrinos se estaban estableciendo incluso en plazas y caminos.
 
Yósef y Mariam llegaron a la incipiente ciudad y se avocaron a buscar hospedaje, pero ni con los familiares de él ni en las diferentes posadas pudieron encontrar albergue donde pudiera llevarse a cabo el nacimiento de su hijo.
 
Sin embargo, unos segundos después de que el dueño de la última posada cerrara la puerta, ésta se abrió y sigilosamente salió un pequeño niño. Abiel, que así se llamaba, les ofreció un pequeño portal que estaba hacia las afueras del caserío, que servía de resguardo a un viejo buey y como almacenamiento de pacas de lana que trasquilaban de las ovejas, cuyo único mobiliario era un pequeño pesebre de madera donde le echaban la comida al vacuno.
 
La pareja agradeció al niño por su ofrecimiento y se dirigió al portal.
 
Llegaron al lugar y el carpintero lo acondicionó preparando unas colchas donde él y su esposa pudieran acostarse a descansar, después ató  al burro cerca de un pesebre que allí había el cual limpió y acomodó para usarlo de cuna para el bebé que, por lo que decía su esposa, pronto nacería.
 
Cuando estaba limpiando el pesebre, al retirar la paja alcanzó a ver en una de las patas, una inscripción conocida: “YbJ”. “Yósef ben Jacob”, era la firma que él imprimía a sus trabajos, se hizo un poco hacia atrás y observó detenidamente el pesebre, entonces lo reconoció: ese pesebre fue el primer mueble que fabricó siendo aprendiz de carpintero, el que había regalado a aquel pastor que en aquellos días había sido víctima de unos bandidos…
 
Entonces pensó: “sí que YHWH me ha recompensado al ciento por uno…” y, mientras rodaba sobre su mejilla una pequeña lágrima, continuó con los preparativos para el nacimiento del niño…

 

FIN

Esperando que esta Navidad seamos cada uno un pesebre digno
deseamos que el Niño Dios nazca en el corazón de cada quien
derramando bendiciones sobres sus familias
y hacemos votos para que el próximo año esté lleno de éxitos
con cariño

Gaby, Fer, Sebastián y Rafael
The Valero Torres Family Team

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