domingo, 9 de diciembre de 2012

HEMOS PERDIDO EL CONTROL

por ralero


Somos una familia común y corriente. Más común que corriente, tratando de permanecer en el apretado estrato social de la clase media en una sociedad inserta en una ciudad que ya conocemos y cuya descripción y análisis no es el tema del presente.

Como toda familia de nuestro ámbito estamos influenciados por el entorno social, económico, tecnológico y cultural de nuestra época y tal influencia llegó a su límite hace algunos días cuando en la familia perdimos el control.

No nos habíamos dado cuenta de lo que estábamos perdiendo quizá porque al estar todos absortos con los roles y tareas de cada uno nos pasó desapercibido. Llegué a pensar en algún momento que había sido yo el responsable por dejar el mando a la deriva, pero los hechos apuntaban a que había sido mi hijo el responsable.

Las cosas llegaron a su grado máximo una tarde entre semana en que llegamos a casa después de escuela y trabajos y nos sentamos a la mesa a comer.

Tras una breve discusión y un pequeño intercambio de acusaciones coincidimos en el hecho en que mi hijo había sido el responsable y, no sé si me excedí, en vista de que no hacía nada para remediar la situación le prohibí el uso de la tele y de la computadora.

Después de comer, los niños se dedicaron a realizar su tarea escolar y yo me quedé en casa trabajando con la computadora en un reporte mensual que debía entregar.

Mi hijo hacía sus deberes escolares en la sala, sentado en el sillón de dos plazas. Después de un rato dejó su cuaderno en el descansa brazos del sofá y el lápiz sobre el cuaderno y subió a la segunda planta.

Sin quitar la vista de mi computadora, escuché el ruido del golpe de la libreta y el lápiz que se cayeron del sillón; sin inmutarme, pude ver por el rabillo del mi ojo izquierdo los útiles tirados en el piso.

Llegó mi hijo y, al no ver su libreta en el sofá, caminó alrededor de éste hasta que la descubrió en el piso y la recogió; sin embargo, el lápiz no estaba. Se tiro de cara al piso y buscó su lápiz por debajo de los sillones, encontrándolo debajo del de tres plazas.

“Papá” gritó de pronto “¡mira…!” me dijo con voz triunfante. Giré mi cabeza hacia la izquierda, en dirección a él y lo vi hincado en el piso, con su rostro feliz, con su brazo izquierdo apoyado en el love seat y con su mano derecha en alto sosteniendo el control remoto de la TV que habíamos perdido.

El resto de la tarde, al terminar la tarea y mientras yo seguía trabajando, los niños se dedicaron a ver a algunos programas en el televisor.

Por fin, la familia había recuperado el control que habíamos perdido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario