por ralero
El
Día de Reyes[1]
del año 2000, teníamos cita con el ginecólogo a las 8 de la mañana. Creo que el
plan era asistir a la consulta y, posteriormente, mi adorada esposa se quedaría en casa de
su madre mientras yo me iría a trabajar en las distintas obras que tenía por
ese entonces.
Tras
la revisión médica correspondiente, el doctor indicó unos análisis que se
hicieron ahí mismo, en el Ginequito, y tras los cuales el galeno indicó que nos
quedaríamos en el hospital para recibir a nuestro bebé (esa noticia me dejó
un doble impacto ya que, por un lado, deseaba que nuestra hija naciera el 12
de enero y por el otro, la urgencia que se presentaba de que era necesario que
naciera ese día).
Mi
adorada esposa le habló por teléfono a mi querida suegra para avisarle y yo
hice lo mismo con mi respectiva madre.
Frente
al teléfono público de la sala de espera marqué el mismo número telefónico, que
estaba a nombre de mi padre, desde que se contrató.
Al
otro lado de la línea contestó mi santa madre de Dios hija, la saludé, le dije
que estábamos en el hospital y mi voz, que pocas veces desobedece mis órdenes
para comunicar mis pensamientos al exterior, rompió en sollozos; mis ojos, que
generalmente obedecen mis indicaciones para mirar los objetos y seres de la
creación, se llenaron de una especie de líquido compuesto 85% por agua, un gran
contenido de glucosa y, en menores proporciones, albúmina, globulina, lisozima,
sodio y potasio; todo esto secretado por la glándula lagrimal.
Mi adorada esposa, con una paciencia e impaciencia a la vez (si esto es posible)
tomó el auricular y completó por su sentimental esposo la llamada: “Suegra, nos
vamos a quedar en la maternidad para que nazca el bebé...”
Entró
mi esposa a trabajo de parto esa mañana y durante toda ella. Al entrar la
tarde, fue programada para quirófano. A las 17:21 hrs de ese día, se abrieron
las puertas del cielo y de él bajó el angelito más hermoso de todos los
tiempos.
Fernanda
nació en el momento justo, tenía el cráneo un poco inflamado ya que en su intento de
salir se giró de más y estuvo chocando contra la pelvis de su madre y tenía ya
sufrimiento fetal, pues estaba ya haciéndose poposita.
Gracias
a Dios todo salió bien, la cabeza tomó su forma normal pero esa inflamación le
afectó el habla, por lo que empezó a hablar a temprana edad y desde entonces no
ha dejado de hacerlo.
Y
así tuve la oportunidad de mirar el milagro de la vida y admirar el milagro del
amor. Gracias, Señor.
Hoy, quince años después, no puedo evitar que mis ojos se humedezcan de nuevo, no me canso de escucharla hablar y no dejo de agradecer a Dios el inmenso regalo que nos envió ese Día de Reyes.
¡Felices quince, Fernanda...!!!
[1] En
Occidente se celebra con esta fiesta la revelación de Jesús al mundo pagano, la
verdadera Epifanía. La celebración gira en torno a la adoración a la que fue
sujeto el Niño Jesús por parte de un grupo de magos (Mt 2 1-12) como símbolo
del reconocimiento del mundo pagano de que Cristo es el salvador de toda la
humanidad. Fernanda nació un mismo día en que nació su bisabuelo, abuelito de
Gaby, Don Baltasar lo cual tiene un gran significado para nosotros. El padre de
Fer inmortalizó su nacimiento con la estrofa: “Naciste un día de Reyes y fuiste
una princesa, aunque eres una reina para mami y para mi...” de la rola:
BIENVENIDA AL TERCER PLANETA.
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