“Nadie puede venir a mí, si no lo
atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día.”
Juan 6, 44
Estamos en misa, mi hijo Sebastián y yo.
Ayer por la tarde asistimos Gaby (mi adorada esposa), Fer y yo; estoy acompañándolo porque ayer
me lo pidió para poder hacer un pendiente que tenía.
El padre ofreció la misa por una
pareja que cumple 19 años de casados y por un joven de la parroquia, presente,
que ingresará al seminario.
Iniciamos en el nombre del Padre,
y del Hijo y del Espíritu Santo; transcurrió la celebración y llegamos a la lectura del evangelio…
“Nadie puede venir a mí, si no lo
atrae el Padre” … lee el ministro de liturgia…
“Nadie puede venir a mí, si no lo
atrae el Padre” … dice Jesús hoy en su
Palabra, y yo me estremezco… estoy aquí, escuchándolo y, de pronto, me cae el
veinte… no estoy yo en este lugar en este momento por mí mismo, por mis fuerzas
o por mis méritos…
¿Tan grande es el amor de Dios Padre para que se fije en un
ser tan poca cosa como yo para hacer o mover las situaciones para acercarme a
Jesús…? ¡Tanto es el Amor es de Dios por mí, por nosotros…!!!
Me vuelvo a estremecer cuando
escribo esto y, como en Misa, no puedo evitar que se me humedezcan los ojos.
Gracias, Señor.
¡¡¡Gloria a Dios…!!!
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