jueves, 12 de julio de 2012

DIEZ

por ralero
“Si quieres un hijo, que sea ahora, porque después ya no voy a querer” me dijo mi adorada esposa, estábamos a casi dos años del nacimiento de Fernanda, quien ya caminaba por todos lados, hablaba hasta por los codos  y estaba por dejar el pañal. “Ya estoy saliendo de biberones y pañales y no quiero que venga otro bebé cuando ya me desacostumbré de estos menesteres...” (palabras más, ideas menos fue lo que dijo, ni crean que fue exactamente así, ni siquiera me acuerdo de lo que me dijo ayer).

Así que aprovechando una visita al ginecólogo, le pedimos nos indicara fechas probables para embarazarnos y tener un varón; el ginecólogo, con cierta fama de atinarle a los embarazos (con la garantía de reponer los gastos de decoración y ropa si le fallaba al sexo del bebé) nos dio ciertas fechas en las que había que ponerse románticos y trabajadores.

Tengo bien presente el día en que mi mujer y yo pusimos manos (y otras partes del cuerpo) a la obra para tratar de concebir a nuestro segundo hijo y que naciera éste con sexo masculino; pero, desgraciadamente, no recuerdo la fecha.

Una mañana mi adorada esposa se levantó más temprano que de costumbre, me paré de la cama y la seguí hacia la puerta de la casa, llegué a ésta cuando ella subía ya al Celebrity y me hacía la indicación que volvía en un momento. Creo que pensé que iría por leche para Fernanda, sin embargo me quedé con una sensación extraña: algo pasaba...

Cuando regresó mi cónyuge traía en sus manos una caja envuelta para regalo la cual extendió hacia mi entregándomelo, la abrí y de la misma saqué un sobre: era la prueba de embarazo con resultado positivo, debajo del mismo (o no me acuerdo si el sobre venía fuera de la caja) había un par de tenis de colores azul y blanco tamaño de recién nacido. “Felicidades” me dijo Gaby cuando abría el regalo “vamos a ser papás de nuevo” y con la esperanza de que esta vez sería niño nos besamos y abrazamos mutuamente.

Casi de inmediato empecé a pensar en el nombre del bebé para el caso de que fuera varón aunque, a diferencia de con Fernanda, siempre pensé que sería hombrecito. Quería yo que llevara mi nombre, que es el nombre de mi padre, pero al igual que con Fer, deseaba que tuviera dos nombres, y Rafael es difícil de combinar con otro nombre y con los apellidos Valero Torres (pienso que los nombres debe combinar juntos los dos y por sí solos con los dos apellidos). A casi dos o tres meses de que naciera mi hijo, acudí a la dirección de una casa en venta, la cual me gustó mucho por estar frente a un parque, pero por situaciones económicas debido a la cercanía del nacimiento de nuestro segundo hijo, no pude hacer el trato.

Sin embargo, posterior a esa vuelta buscando casa di con el nombre que estaba buscando para mi hijo: Rafael Sebastián.

Si mal no recuerdo el embarazo por Sebastián fue muy sano y normal para él, no tanto para su madre quien lo empezó enferma de gripe y así lo terminó. El nacimiento fue programado para el 12 de julio de 2002 a las 7:30 de la mañana en el Ginequito, y traía bajo su brazo una gran torta y una muñeca para su hermana Fer.

Después del nacimiento de Sebastián, volví a llamar al dueño de la casa frente al parque que había visto dos o tres meses antes. La verdad es que pensaba yo que ya iba a estar vendida, pero nada perdía yo con la llamada. Grande fue mi sorpresa al enterarme que la casa estaba aún en venta, ya para ese entonces habíamos juntado algo de dinero y solicitamos un financiamiento, así que gracias a Dios nos pudimos hacer de una casita con tres recámaras frente a un parque.

Algunos años después de regreso a casa, entré por la calle de siempre hacia la colonia, por la calle que pasé por primera vez cuando estaba buscando casa. Al dar vuelta en la esquina del Súper 7, me percaté que en el poste telefónico frente a éste estaba el letrero de lámina con el nombre de la calle: “San Sebastián”.

Rafael Sebastián cumple hoy diez años.

Empieza a dejar de ser un niño y va que vuela a la pre-adolescencia (ya hemos tenido nuestros primeros encuentros a dos caídas de tres) y sigue siendo inquieto; le gusta la música, bailar y dibujar; hizo un juego de mesa que ya estrenamos y empezó su primer cuento (que aún, y no veo cuando, no termina); está muy interesado en la repostería y en los animee; ya me despreció tocar la batería y jugar futbol, aunque toca las claves en el coro y lo he sorprendido en varias ocasiones cantando las rolas del radio cuando vamos en auto…

Y sigue siendo mi Campeón…

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