viernes, 20 de julio de 2012

LA GRADUANDA

por ralero

Hace algunos años, no muchos por cierto, le leía yo cuentos y fragmentos de los evangelios cuando ella estaba en el vientre de su madre mientras ésta última yacía acostada para dormirse. Tiempo después, la acostaba yo en su cama y le contaba un cuento para que se durmiera… un cuento diferente cada noche, por Dios sabe cuántas noches…

Una tarde en casa de su abuela Clarisa, sorprendió a todos en la cocina cuando, aunque su estatura no rebasaba aún la mesa, por encima de la cubierta de ésta aparecieron sus pequeñas manos, abrieron éstas un empaque de plástico y tomaron furtivamente una rica pieza de pan que el abuelo había traído en el mandado.

Ni que decir del día en que nos encontrábamos en casa de su abuelita Coco cuando alguien cerró la puerta del refri (creo que fui yo) y en el momento en que selló el empaque, ella lanzó un pequeño grito acompañado por una mueca de dolor en su rostro y su mano pegada a la puerta del refri de la cual no se alcanzaban a ver sus deditos… Todos nos asustamos y rápidamente fuimos hacia ella pero antes que algo pudiéramos hacer, alzó su manita ilesa a la par que esbozaba en su rostro una sonrisa de infantil triunfo…

Y qué les puedo contar de cuando aprendió a hablar, no paraba de hacerlo; y cuando aprendió a leer, tampoco paraba.

Cuando aún no cumplía el año fuimos a San Antonio a visitar a su tía Cokis que en aquel tiempo residía allá. Andando de shopping, salimos de la tienda de Disney en cuya entrada estaba a la venta un Pooh que, sentado, introducía un aro con su mano en su tarro de miel lleno de jabón, la llevaba a su boca le soplaba y salían volando miles de burbujas… Fernanda, sentada en su carriola, no dejaba de mirar al osito y cuando salieron las burbujas las señaló con su mano y las siguió con la mirada sin perder de vista cómo se las llevaba el aire.

Casualmente iba pasando una estadounidense, quien se asombró con la reacción de la niña y, acercándose a nosotros, nos dijo que era psicóloga, pedagoga o algo así y que eso era una señal de que la niña era muy inteligente…

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Ayer, al terminar la fiesta de graduación de primaria nos acercamos a sus profesores para saludarlos. Los dos dijeron maravillas de la niña, ambos la abrazaron y besaron su mejilla les tomamos unas fotos con ella.

“Qué les puedo decir de Fernanda” dijo el profesor “habla y entiende muy bien el inglés, muy buena en matemáticas, es muy inteligente… la mejor de la clase: 99.7 promedio final…”

Debo decir que el traje me quedó chico.

Hoy, un día después, inexplicablemente sentí que de pronto habían pasado seis años de mi vida demasiado rápido, me percibí doce años irremediablemente más viejo.

Pero, gracias a Dios, feliz… muy feliz…


 
Guadalupe, N.L. a 22 de junio de 2012

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