viernes, 10 de mayo de 2013

EL DIA DE LAS MADRES

por ralero

Diez de mayo. Día de las madres.

Yo no soy muy fan de las fechas. Toda la cuestión del día del amor y la amistad, día del niño, de la madre, del padre, etc. no me convencen mucho por todo el interés económico que esconden.

Sin buscar caer en el alboroto de una celebración tradicional cuestionada por el trasfondo mercantilista que pudiera tener, no puedo pasar desapercibida la fecha y pensar en mi madre y en la madre de mis hijos.

La fecha me remonta a 25 o 30 años atrás a la manera en que vivimos esta fecha mi madre y yo varias ocasiones. Lo trágico del caso es que mi madre se pasaba trabajando el Día de las Madres. En varios años mamá, quien en ese entonces trabajaba vendiendo Avon o como cobradora, el 10 de mayo se la pasaba trabajando en la Florería Hortensia tomando pedidos de clientes que solicitaban arreglos para sus mamás para que fueran enviados a lo largo y ancho de la ciudad.

Mientras mamá se la pasaba trabajando, yo me trasnochaba dando serenatas a diestra y siniestra por casi todas las calles de la colonia. En aquellas noches no era tan consciente (o no quería serlo), pero hoy me vuelve a aflorar un sentimiento entremezclado de tristeza y desamparo al recordar cuando llevábamos las serenatas a las distintas casas de la raza de la colonia y ver salir o asomarse en cada una de ellas a la mamá correspondiente. Creo que fueron pocos diez de mayo de aquellos años en los que la casa de mi madre nos recibió para cantar.

Claro que en la mayoría de las veces acudimos a darle serenata a mamá a la florería. Recuerdo como si fuera ayer la escena: de pie frente a la fachada pintada de rojo con vivos amarillos del establecimiento con un gran ventanal que daba hacia la calle, en el cual se exhibían los arreglos.

Por unos minutos, pienso yo, lográbamos un breve descanso en la ardua y larga noche de mi madre, en el que dejaba de ser una empleada para ser la mamá festejada, ante la mirada entretejida de ternura y envidia de sus compañeras o de la encargada de la florería.

Al terminar de cantar, caminábamos tres casas al oriente y nos apostábamos frente a casa de Abuelita, madre de mi madre, para cantarle también sus mañanitas, serenata en la cual nos acompañaba mamá para homenajear a la autora de sus días.

Quizá por eso ya no le llevo serenatas ni flores el Día de las Madres, ya tuvimos suficiente de eso (eso espero) ahora me concreto solo a llamarle por teléfono en la mañana y, por la tarde o noche, darle su abrazo y beso en vivo y a todo calor.

A través de los años las cosas han cambiado. La colonia se ha vaciado de la raza y se ha llenado de estudiantes, son otros quienes llevan las serenatas, y son otras madres (nuestras esposas) a quienes saludamos al iniciar este día… La única que no cambia es mi madre, sigue dando su vida y su tiempo a sus hijos y a los hijos de sus hijos.

Como lo he dicho antes “Madre solo hay uno pero la mía vale por tres: mi madre, mi padre y mi amiga…”

 

Mamá: ¡Feliz día…!!!

 

 

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