Ya era noche. Sin embargo, aunque
tenían poco que habían llegado de Oaxaca, el Teniente General no podía
descansar, máxime que tenía que reunirse con el General de División para
planear la estrategia del día siguiente.
Por la mañana los exploradores
descubrieron que Márquez y Cobos, del bando conservador, al mando de un
ejército iban para unirse con el enemigo, y el General de División envió 2,000
hombres para impedir que llegaran, logrando su cometido, sin embargo, había
disminuido en gran cantidad los soldados de la plaza que había que defender.
Ya en la reunión, el General de División explicó el plan: Cubrir los fuertes
con 1,200 hombres y con los restantes 3,500 formar cuatro columnas para
proteger la ciudad por el sur y por el oriente, que pensaban que iba caer por
ser muy vulnerable y porque la mayoría de los habitantes estaban de acuerdo con
la invasión.
Después de la junta quedaron
solos los dos generales.
-Mañana será un día muy difícil-
dijo el General de División.
-Ni lo diga, General- contestó
el Teniente General- pero… ¿y si les ganamos?
-Son los primeros soldados del
mundo, pero nosotros somos los primero hijos de México- acertó a decir el General de
División.
-Imagínese, General, si los
llegamos a derrotar…
-Si ganamos la batalla,
seguramente seremos considerados héroes…-comentó el General de División mirando hacia la noche, en dirección al campo de batalla.
-Y las armas nacionales se
cubrirían de gloria…-continuó diciendo el Teniente General
Ambos guardaron unos segundos de
silencio.
-Hasta mañana, General…-dijo el
Teniente General.
-Hasta mañana, Díaz…-dijo el
General Zaragoza.
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