por ralero
Cuando tenía nueve años tuve mi
primera plática Madre-Hijo.
Ella me habló de dos cosas.
Primero me dijo que a
partir de ese momento yo estaba solo, pues ya no iba a estar mi padre, que debía
esforzarme y debía educarme solo, que tenía la responsabilidad de hacerme
hombre yo solito. Después me dijo que, si sentía ganas de llorar, podía llorar
que estaría bien si lo hacía.
Yo estaba como ausente. Recuerdo
que me veía a mí y a mi madre, con un velo negro cubriendo su cabello, hincados
uno al lado del otro.
Y la desobedecí. No le hice caso.
¡Qué hubiera sido de mi si le
hago caso…! Seguro no estaría donde estoy, estaría perdido…
En lugar de hacerme yo solo, me
aferré al recuerdo de mi padre y ver a mi madre cómo iba superando su situación,
ver su lucha por sus hijos, salir a trabajar, vender Avon, levantar pedidos en
la florería Hortensia cada 10 de mayo y 1º. de agosto, aprender a manejar,
salir a cobrar, lidiar con albañiles y con el ingeniero para construir la casa,
hipotecarla para terminarla, seguir trabajando y terminar de pagar la casa… me
hizo ver la vida de otra manera, todo eso me hizo como soy.
Claro que al
principio no fue así… Lo peor de la muerte de mi padre fue que no me dejó ver
la vida de mi madre. A medida que he ido creciendo, y a veces madurando, he podido
ir descubriendo a mi madre y la fuerza vital que la movió en aquellos años. Soy
lo que soy gracias al esfuerzo de mi madre, aunque ella piense que nunca hizo
lo suficiente, aunque piense que me descuidó, aunque sienta que no fue una
buena madre…
Tampoco lloré…
Quizá por eso, de cuando en vez,
se me salen las lágrimas cuando me emociono, como en esta ocasión…
Día de las Madres del Año del Señor de 2017
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