lunes, 19 de noviembre de 2012

EL ANIVERSARIO DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA

por ralero

 

Sigo teniendo mis reservas para con esta fiesta nacional. Pienso que el 20 de noviembre, no se debería celebrar aniversario alguno de la llamada Revolución Mexicana.
 
El 20 de noviembre se debe celebrar, si acaso, el centenario del Plan de San Luis Potosí y recordar a su promotor, Madero, quien impulsó a un país dormido a luchar por un derecho que le pertenece y que había ganado setenta y nueve años atrás con la independencia: ser gobernados por personas del mismo país elegidos por sus habitantes.
 
En 1910 Francisco Ygnacio Madero González fue elegido por el Partido Nacional Anti-reeleccionista como candidato a la presidencia para contender contra Porfirio Díaz, sin embargo fue arrestado por proteger a uno de sus oradores de campaña acusado de incitar a la sedición. Se dieron las elecciones las cuales fueron ganadas por Porfirio Díaz, a pesar de la apelación presentada por Madero, quien había salido bajo fianza. Madero se exilió a  San Antonio, Texas, con sus colaboradores en donde escribió el llamado Plan de San Luis Potosí basado en el principio “Sufragio efectivo, no reelección”, fechado el 5 de octubre de ese año, último día que estuvo en esa ciudad.
 
El escrito era un llamado a levantarse en armas el 20 de noviembre de 1910 a las 6 de la tarde desconociendo la reelección de Díaz, colocándolo a Madero como presidente provisional mientras se convocaba a nuevas elecciones. El plan fue distribuido por todo el país aunque no tuvo el efecto esperado. Salvo la matanza de los hermanos Serdán en Puebla el 8 de noviembre al descubrir el ejército que preparaban la rebelión, el 20 de noviembre hubo trece levantamientos en todo el país. El resto del año se suscitaron otros tantos, motivados principalmente por las promesas de una reforma agraria, cuyos principales protagonistas fueron Pascual Orozco, Pancho Villa y Emiliano Zapata.
 
El 25 de mayo de 1911 Porfirio Díaz renunció a la presidencia, el 31 de ese mes abordó en Veracruz con rumbo a Europa el vapor Ipiranga. Díaz murió en su exilio en Paris, en 1915.
 
En octubre de 1911 se realizaron nuevas elecciones resultando electo como presidente Madero, con el 99% de los votos, y José María Pino Suárez como vicepresidente, iniciando su gestión el 6 de noviembre. Transcurrieron 351 días desde la convocatoria del Plan de San Luis hasta su consumación: que en México hubieran elecciones libres y no más reelección. El plan de San Luis había triunfado. Hasta aquí, todo estaba perfecto y era el punto ideal para terminar con un “y vivieron felices para siempre…”
 
El gobierno de Madero no arrancó de la mejor manera posible, pues algunos líderes de los ejércitos que participaron en el levantamiento convocado por Madero no estaban de acuerdo con el curso de las políticas del nuevo presidente, sobre todo con respecto al campo. Zapata convocó el Plan de Ayala, contra Madero; Pascual Orozco se levantó con el Plan de la Empacadora; Bernardo Reyes se alzó con el Plan de La Soledad.
 
Desde que desarrollé algo de conciencia social (que es poca, pero fue de niño) siempre he pensado que México es una país forjado a base de traiciones. Esto sucede, sobre todo, en la esfera política. Sin embargo, la mayoría de los mexicanos traicionamos al país, nos traicionamos unos a otros y, lo peor, muchos nos traicionamos a nosotros mismos.
 
Pues bien, el gobierno de Madero no duró sino hasta 1913, cuando en el transcurso de la decena trágica, Victoriano Huerta jefe del ejército federal nombrado por Madero tras ser herido Lauro del Villar luchando contra la rebelión de Bernardo Reyes en la que éste resultó muerto, se alió con Félix Díaz, sobrino de don Porfirio y con Henry Lane Wilson embajador de Estados Unidos, traicionando a Madero. El 17 de febrero Aureliano Blanquet, militar siempre fiel a Porfirio Díaz, apresó a Madero junto con Pino Suárez los recluyeron en la Palacio Federal y los obligaron a renunciar a sus cargos.
 
La cámara de Diputados aceptó sus renuncias y asignó a Pedro Lascuráin como presidente del país. Su gobierno duró 45 minutos y su única acción fue nombrar a Victoriano Huerta como Secretario de Gobernación, acto seguido renunció, subiendo al poder de acuerdo a los leyes el general José Victoriano Huerta Márquez, “el usurpador”.
 
El 22 de febrero de 1913 y pese a la promesa de los golpistas de respetar su vida y facilitar su exilio a la isla de Cuba, Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez fueron asesinados a un costado del Palacio de Lecumberri en la Ciudad de México.
 
Ya en el gobierno, Victoriano Huerta se volvió un dictador anulando la democracia y la libertad por medio de la fuerza militar. Huerta recibió el apoyo de los grandes hacendados, altos mandos militares, del clero y de casi todos los gobernadores, a excepción de José María Maytorena, gobernador de Sonora, y de Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila.
 
El 26 de marzo de 1913, Venustiano Carranza promulga el plan de Guadalupe que establecía el desconocimiento de los tres poderes de gobierno, el levantamiento de armas para restablecer el orden constitucional quebrantado por Huerta y nombrando a Carranza jefe el ejército constitucionalista con la facultad de asumir la presidencia para convocar a elecciones libres. Por otro lado, se levantaron de nuevo en armas como aliados de Carranza, pero con las consignas particulares de cada uno, los antiguos ejércitos anti porfiristas: Emiliano Zapata en Morelos; Francisco Villa en Chihuahua; Pablo González en Coahuila; Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles en Sonora.
 
El 14 de julio de 1914 Huerta huyó de la capital y al día siguiente presentó su renuncia ante el Congreso. Se trasladó a La Habana, Cuba, y de ahí a Estados Unidos, donde fue detenido y enviado a la prisión de El Paso, Texas, donde murió en 1916.
 
Entonces la lucha armada se enfocó a ganar la presidencia del país por tres ejércitos: el carrancista, el villista y el zapatista. En diciembre de 1916 Venustiano Carranza se alzó con la victoria del conflicto, convocó a un congreso constituyente en Querétaro, donde surgió la constitución de 1917, convocándose a elecciones las cuales ganó con el 98% de los votos. Carranza empezó su gestión aunque tuvo todavía conflictos con el ejercito villista en el norte y con el zapatista en el sur.
 
Zapata fue asesinado por Jesús María Guajardo el 10 de abril de 1919, recibiendo 50,000 pesos y el nombramiento de general de parte de Carranza por “notables  servicios en el ejercicio de sus funciones militares”. Carranza fue asesinado por Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles el 21 de mayo de 1920 tras haber proclamado el plan de Agua Prieta, debido a que Carranza no los consideró para la sucesión presidencial.
 
Tras la muerte de Carranza, Adolfo de la Huerta fue nombrado por el Congreso de la Unión presidente provisional. Durante su mandato logró que Francisco Villa dejara la vida militar al firmar los Convenios de Sabinas, con lo que se le otorgó el grado de general de división y la hacienda de Canutillo, en Chihuahua, a donde se retiró para dedicarse a labores del campo. En septiembre De la Huerta convocó a elecciones, en las que Álvaro Obregón fue electo para asumir la presidencia el 1 de diciembre de ese año.
 
Obregón y Calles mandaron matar a Pancho Villa el 20 de julio de 1923 por considerarlo riesgoso para sus planes presidenciales. Tras el gobierno de Obregón, Calles fue electo presidente quien emprendió una campaña contra la Iglesia Católica, desarrollándose la guerra cristera.
 
Calles modificó la constitución de manera que Álvaro Obregón puedo ser electo presidente de nuevo, pero no alcanzó a sentarse otra vez en la silla presidencial ya que fue asesinado, según el gobierno, por José de León Toral. Aunque en realidad fue una conspiración entre Calles, el líder sindical Luis N. Morones y algunos fieles y miembros de la Iglesia (en el cuerpo de Obregón se hallaron 13 orificios de entrada y 6 de salida de balas de diferentes calibres, concluyendo que se usaron seis armas diferentes). A la muerte de Obregón, surgió como presidente interino al término de la gestión de Calles y sugerido por él Emilio Portes Gil.
 
Calles fundó entonces el Partido Nacional Revolucionario, por medio del cual se alinearon la mayoría de los grupos políticos del país, El PNR se erigió como el único partido capaz de conducir al país a un estado de bienestar y desarrollo. Sin Álvaro Obregón, quien en vida había sido una figura política y militar de peso; el poder de Calles se agigantó. Dentro del escenario político nacional, no había personaje que estuviera por encima de su autoridad. Comenzaron a llamarlo el «Jefe Máximo de la Revolución». Calles es considerado, por los historiadores, como el “dueño de México” durante los años 1928-1934. A pesar de los presidentes Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez.
 
En 1934 Calles postula como candidato a la presidencia al general michoacano Lázaro Cárdenas del Río, pensando que podría controlarlo como lo había hecho con sus predecesores, con el llamado Plan Sexenal. Cárdenas es elegido y Calles le impone gente de su confianza en el gabinete presidencial. La madrugada del 10 de abril de 1936, Cárdenas, acompañado por un cuerpo militar, saca a Calles de su casa en pijama, y lo conduce hasta un avión del Ejército Mexicano que lo llevará hasta California. De esta manera Cárdenas expulsa del país a Calles y pide la renuncia de todos los callistas en su gobierno.
 
 
Cárdenas destacó, entre otras acciones de gobierno, por la reforma agraria y la creación de los "ejidos" en el agro mexicano; por la nacionalización de los recursos del subsuelo, en especial, del petróleo y por haber brindado asilo político a los exiliados españoles durante la guerra civil. Pero el gran acierto de Cárdenas (para él y su partido-gobierno) fue haber consolidado las bases del funcionamiento del Partido Nacional Revolucionario y su proceso evolutivo, mediante la incorporación de las grandes centrales obreras, transformándolo en el Partido de la Revolución Mexicana, antecedente del Partido Revolucionario Institucional, e iniciando otro tipo de dictadura, forma de gobierno que en 1910 la Revolución pretendió derrocar.
 
 
De tal manera que, en realidad, la revolución inició y murió con Madero; todo lo demás fue una lucha de hombres ambiciosos por el poder, en la cual solo murió gente inocente.
 
 
Número de muertos
No se tiene un número exacto de la cantidad de muertos que hubo durante la Revolución Mexicana. La mayoría de las fuentes apuntan que entre un millón y 2 millones de personas murieron durante esta etapa de la historia de México. Estas cifras se basan en los datos proporcionados por los censos realizados en el país en los años de 1910 y 1921. El censo de 1910 arrojó una cantidad de 15.160.369 habitantes, mientras que el de 1921 la cantidad de 14.334.780. Esta diferencia aproximada de 1 millón es la que se ha tomado como la cantidad de muertos ocasionados por el conflicto armado, aunque esa cifra está conformada por la gente que murió en combate, la disminución de la natalidad, la inmigración a países como los Estados Unidos, Guatemala, Cuba y otros de Europa, los muertos a causa de la hambruna, así como los muertos debido a una pandemia desatada en 1918 de gripe española, la cual se asegura llegó a causar la muerte de 450.000 personas. (wikipedia.org)
 
FUENTES:
México acribillado, Francisco Martín Moreno, Alfaguara 2008 

 

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